Hace un par de días aproveché un momento de tregua después de varias horas de contínuos chaparrones para acercarme la zona del Cabu Peñes. En la playa de Bañugues algunas decenas de limícolas corrían entre la arena de la playa buscando comida. Pero entre todos ellos destacaba un grupo de cuatro Chorlitos grises (Charadrius squatarola) que ya habían mudado completamente su plumaje y se veían radiantes bajo la luz del atardecer.
Me quedé sentado en una roca y estuve casi una hora allí quieto mientras ellos se movían a mi alrededor. La luz era cada vez mejor y los tonos cálidos acentuaban aun más el contraste de los grises, blancos y negros de su plumaje. Antes de marcharme a casa, cuando ya eran casí las nueve de la noche me fui hasta el Cabu Peñes para aprovechar los últimos rayos de sol.
Es el mejor momento del día, la hora mágica en la que nada es lo que parece y ningún sitio es el mismo aunque lo hayas visto mil veces antes, y aunque la única diferencia aparente sea un charco en el medio de un camino y el reflejo de las nubes en él.
¡Qué envidia, David! Yo me pasé el domingo por Bañugues, estaba lleno de squatarolas, pero tuve que vigilar que mi hijo de 5 años no se metiese con los limícolas que llenaban la playa, y me estresé bastante, no como tú, que debió ser una especie de nirvâna.
ResponderEliminarQue poca gente entiende la serenidad de un atardecer rodeado de aves en libertad que se deplazarán en unos días a miles de kilómetros. Que pena de sociedad enferma que no sabe disfrutar la belleza. Que pena da todo.
very interesant blog;and beautiful photo, bravo
ResponderEliminarHola Iván, la verdad es que fue una pasadada después de un dia entero de ver llover. Me acerqué muy tarde pero cuando había una luz guapísima y me quedé allí sentado en una roca viendo a los bichos a mi alrededor. Una gozada.
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