¿Qué es lo que está mirando esta golondrina con tanta atención? ¿Qué es lo que la mantiene con la mirada fija y con una actitud de resignación, como si no pudiera hacer nada? Pues está mirando lo mismo que mirábamos más de 15 personas que coincidimos el pasado fin de semana en la localidad de Villarreal de San Carlos, en Monfragüe (en breve colgare un post sobre esta excursión): una historia de buenos y malos de la que ella era una de los protagonistas.
Hay pocas aves que despierten tantas simpatías como las golondrinas (Hirundo rustica), todos las conocemos, al menos por su nombre. Las asociamos con la primavera, crían junto al hombre, incluso dentro de sus casas y se respetan sus nidos. Cantan bien, comen los mosquitos que nos pican y son bonitas. En resumen, en nuestro innato afán por humanizar a los animales, las meteríamos sin dudarlo dentro del grupo de los buenos.
El grupo de los malos es mucho más grande, ya que ahí solemos meter a los animales feos o "desagradables", a los que nos dan miedo, a los que nos pueden morder o picar, y a los que comen lo mismo que nosotros y por lo tanto son nuestros competidores.
Pues en esta historia cruzaron sus caminos una golondrina y una serpiente. Las serpientes son unas de las criaturas que desde siempre se han asociado con la maldad, e incluso con la muerte, aunque la inmensa mayoría de ellas son inofensivas para el ser humano. Poco antes de las 10 de la mañana, una Culebra de herradura (Hemorrhois hippocrepis) se desplazaba por las calles casi desiertas del pueblo cuando se dió cuenta de que en una casa había un nido de golondrinas, probablemente por el olfato o alertada por el sonido de los pollos ya crecidos que solicitaban alimento a sus padres. En ese momento comenzo a trepar por el tronco de una parra que se sujetaba a la pared y en menos de media hora llegó a su altura. Durante todo el ascenso, los dueños del nido y varias golondrinas de los nidos vecinos revolotearon a su alrededor tratanto de intimidarla sin éxito. Después de varios intentos, la culebra de unos 80 centímetros consiguió aferrarse a uno de los barrotes de la ventana y desde allí se introdujo en el nido donde había cuatro pollos ya crecidos pero aun incapaces de volar.
Aunque desde abajo no pude apreciar bien lo que ocurrió dentro del nido, todo parecía indicar que la culebra había matado a todos los pollos antes de empezar a comérselos, uno a uno y en un proceso que le llevó más de dos horas.
Pero ¿cual fue la reacción de la gente que se agolpaba bajo la ventana con una mezcla de curiosidad y morbo? Os lo podéis imaginar, porque creo que fue el hecho de estar dentro de un Parque Nacional y que la acción transcurriera en una ventana que casualmente se encontraba frente al centro de interpretación del parque, lo que evitó que la culebra fuera apaleada y matada allí mismo sin contemplaciones. En esa situación es complicado tratar de explicar que para la culebra un pollo de golondrina es lo mismo que una baya de un espino para un zorzal, un mosquito para esa misma golondrina, o un sandwich de jamón y queso para nosotros: comida, y probablementa para ella la diferencia entre vivir o morir de hambre.
Águila culebrera (Circaetus gallicus)
Tampoco sirve de ayuda explicar que la culebra de herradura tiene muchos enemigos que también encuentran en ella la ración de proteínas necesaria para su subsistencia. Las águilas culebreras, que estos días sobrevolaban el mismo pueblo de esta historia realizando las paradas nupciales, comeran muchas durante los próximos meses. También otras rapaces, como los milanos y mamíferos como zorros, ginetas o martas, darán buena cuenta de ellas si se las encuentran.
Aparte de esa clasificación antropocéntrica en animales buenos y malos, el caso de las serpientes es mucho mas curioso. Según un artículo publicado por la antropóloga Lynn Isbell en la revista Journal of Human Evolution, los mamíferos y entre ellos el hombre, conservamos a lo largo de la evolución las estructuras del cerebro implicadas en la vigilancia y el miedo a los depredadores. En ese artículo, la doctora Isbell afirma que el miedo a las serpientes es un instinto de supervivencia heredado y que sorprendentemente está directamente relacionado con el sentido de la vista, ya que esas áreas del cerebro están directamente conectadas con el sistema visual. Como ejemplo pone las distintas historias evolutivas de los primates y pseudoprimates. Los lemures de Madagascar, que tienen un sistema visual no demasiado bueno viven en una isla en la que nunca hubo serpientes venenosas y de hecho no les tienen miedo cuando se los junta en condiciones artificiales. Los primates del continente americano, que han estado en contacto con las serpientes venenosas intermitentemente a lo largo de su historia evolutiva tienen una vista regular y un temor moderado hacia ellas. Por último, los primates africanos, con los que estamos estrechamente emparentados, siempre han vivido en contacto con serpientes venenosas y tienen la mejor vista de todos, y conservan ese miedo innato a las serpientes que hace que se pongan muy nerviosos y alterados cuando las encuentran.
Tengo que admitir que no estoy demasiado de acuerdo con el artículo anterior y más bien creo que el miedo a las serpientes es algo adquirido y transmitido de padres a hijos. A pesar de saber que la depredación es algo natural, que no hay animales buenos y malos por definición y que en mi caso no odio a las serpientes, sino que por el contrario me gustan, tengo que admitir que al observar la escena de la serpiente y los pollos de golondrina no pude evitar sentirme incómodo.
Por mucho que nos pese, en muchas ocasiones es difícil liberarse de nuestro pasado evolutivo (o adquirido).
Referencias
ISBELL, L. (2006). Snakes as agents of evolutionary change in primate brains Journal of Human Evolution, 51 (1), 1-35 DOI: 10.1016/j.jhevol.2005.12.012
Hola, David, curiosamente estoy estudiando el tema desde el punto de vista de la antropología, que, como suele suceder, se escapa del paradigma del gen como centro del desarrollo de la etología, y se va más a la enculturación: ni los bebés humanos ni los primates tienen miedo innato a las serpientes hasta que no se les enseña a ello (Douglas, 1966), o Cheney y Seyfarth (1990).
ResponderEliminarEstando de colonias por Granadilla (Cáceres) estuve a punto de matar del susto a los monitores (que se habían criado en un ambiente ofidiofóbico 100%) cuando aparecí con una culebra de escalera de más de un metro enrollada al brazo, pensando que les iba a hacer gracia. Espero que a los críos de hoy en día les vayan haciendo más tilín y se olviden de esta cultura nuestra tan mataserpientes.
Un saludo, muy interesante como siempre y a mí también me hubiese dado pena la escena, así que algo queda...¿serán los genes? Je, je...
Buenos días a todos/as. Interesantísimo tema.
ResponderEliminarOs cuento. Cuando mi hermano mayor tenía unos 3 años (hace 47) un día estaba jugando con un palo sentado en un prau en Alles Peñamellera Alta. Goyo era un demoniu y al señor con el que estaba le llamó la atención que estuviera tan entretenido. Se acercó y el grito se escuchó desde casa de mi madre que estába a 1 Km, pues Goyo estaba tan tranquilo jugueteando con una víbora. No sentía ningún miedo por ella.
Esto es sólo una anécdota, que siempre cuentan mis padres, pero podría ir en la linea que apunta
Iván.
Un saludo y enhorabuena por tus artículos. Son enormemente didácticos.
Desde mi ventana acabo de ver ahora mismo cómo las urracas depredan los nidos de los aviones comunes que los han hecho en edificios próximos al que vivo. Me siento aquí y leo esta entrada, que es algo similar.
ResponderEliminarCada uno se busca su forma de subsistir, es comprensible.
Hola Ivan y Javier, yo también pensaba que el miedo a las serpientes era adquirido, o sea, que a base de verles y sobre todo de que te metieran miedo con ellas acababas teniéndoles esa aversión. Pero según el artículo que cito en el post, parece que ese miedo o fobia es algo innato, o sea, que nacemos con el independientemente del ambiente en que nos hayamos criado, pero curiosamente hay gente que tiene esa fobia mas acentuada (ofidiofobia) que otras.
ResponderEliminarYo me acuerdo de crío que una vez vi una Natrix enorme y me quedé alucinado, sobre todo porque un minuto después apareció mi tio con una fesoria y se la cargó mientras pegaba unas voces y me decía que me apartara, que me iba a picar.
un saludo
Estupenda entrada David, muy bien narrado y apasionante tema.
ResponderEliminarExcelente entrada. Lo siento por la antropóloga y las horas que ha dedicado a su estudio, pero estoy 100% de acuerdo con Iván y los otros, el miedo a las serpientes es aprendido. Los nenes pequeños, ante una cosa que no conocen, miran a ver que cara ponen los padres. No vale fingir, si la madre tiene miedo a las culebras, aunque se esfuerce en sonreir y decir "qué bonita..." el nene capta el fondo, las expresiones microfaciales, la preocupación y se preocupa a su vez... lo he visto varias veces con nenes pequeños, cuando no han visto nunca antes una culebra y no están cerca los padres, les pescas un juvenil de Natrix maura del río, se lo das en la mano y lo flipan, les fascina, pero no le tienen ningún miedo... como esté la madre cerca pegando alaridos, llorera y no lo tocan así los maten...
ResponderEliminarBuf, tu entrada da para varias discusiones interesantísimas...
Too lo que queráis, pero antes de que la bicha toque a una golondrina, yo la muelo a palos
ResponderEliminarPues si que el tema da para muchas discusiones, ya se ve en las distintas opiniones que están apareciendo.
ResponderEliminarYo tampoco me creo mucho a la antropóloga, la verdad, a pesar de que puede haber cierto temor innato, yo también opino que la mayoría de esos miedos y temores se deben a lo que nos enseñan de críos. Pasa con los anfibios como salamandras y sapos, que son completamente inofensivos y yo vi a gente huir literalmente de ellos.
Bomba, una pregunta, si un gavilán se papéa una golondrina, en esa situación a quién considerarías el bueno y a quien el malo?
un saludo y que siga la discusión
Interesante tema y magnífica narración, amiguín (la pregunta inicial, en relación cola foto, ye un principiu narrativu potente y con munchu enganche).
ResponderEliminarMui interesante tamién el tema de si innato o deprendío, anque yo nun tengo elementos de xuiciu bastantes pa xulgar si la ofidiofobia ye de lo uno o de lo otro.
Y yá que tamos metíos en gastos, abro otru filu de discusión. Dices al final: «Por mucho que nos pese, en muchas ocasiones es difícil liberarse de nuestro pasado evolutivo». Y pregunto yo (como simple propuesta de discusión): ¿Pero hai que lliberase d'esi pasao? ¿Por qué? Entiendo que'l científicu tenga que poder observar la realidá dende "fuera" de los sos condicionamientos evolutivos. Pero ¿por qué tendría que facelo una persona "normal"?
Hola Fernando, yo no creo que haya que liberarse del pasado evolutivo, de hecho no creo que sea posible. Es como si dijeras que te quieres librar de los dedos de los pies porque ya no son muy útiles porque no trepamos a los árboles.
ResponderEliminarDe todas formas, hay muchas reacciones innatas, que nos son muy útiles, incluso necesarias. La reacción de miedo nos puede salvar la vida en muchas ocasiones.
Pero otra cosa es que al ser racionales, tengamos que saber distinguir una cosa de otra, y evidentemente al vivir en una sociedad (nos guste o no) muchas veces sea necesario reprimir esos impulsos innatos porque sino la íbamos a armar gorda.
Pero si que el tema da para discusiones, y ya las hubo desde hace mucho tiempo, que se lo pregunto a Rousseau y a su "buen salvaje".
un abrazu
¡Qué buenas fotos, David!
ResponderEliminarYo aporto también mi anécdota: teniendo mi sobrino unos 3 años encontramos una Natrix a la que no tuvo el menor reparo en coger. Si se lo pidiese ahora, yo creo que ni de coña.
Por otro lado, recuerdo a la familia de una amiga, todos gente con carrera, cultura y tal, que encontraron una gran culebra en la leñera y primero la partieron en trozos con una azada, y luego le pegaron fuego con gasolina porque "los trozos pueden volver a unirse".
No sé si es innato o es cosa del Génesis, pero está claro que en nuestra sociedad son "las malas". Y a mí que me gustan...