Una fría y húmeda mañana de otoño

A pesar de que este otoño está siendo extrañamente caluroso, cuando el sol se pone, la temperatura baja rápidamente y la elevada humedad se empieza a condensar a los pocos minutos. La mañana del domingo, antes de que los rayos de sol las evaporara, me agaché sobre la hierba mojada para mirar lo que escondían las gotas de rocío.

Sobre una hoja cubierta de brillos plateados, una diminuta mosca dorada de tan sólo 2 mm de tamaño esperaba pacientemente a que los primeros rayos la calentaran para salir volando. A las moscas no les gusta el frío y por eso a estas alturas del año desaparecen, pero este calor otoñal les está dando un tiempo extra de vida con el que no contaban.

Las plantas se están volviendo locas y algunas no sólo conservan las viejas flores sino que están brotando algunas nuevas. Margaritas, dientes de león y hiedras cubren el prado y los muros como si estuviéramos en primavera, incluso algún árbol frutal, completamente despistado, ha empezado a florecer cuando ya se le habían caído las hojas.

Pero para recordarnos que estamos en octubre, el azafrán silvestre aparece por todas partes. A lo largo de la noche algunas flores se han abierto y otras nuevas han aparecido como por arte de magia.

Ya empieza a dar el sol en la esquina del jardín y este pequeño y efímero mundo desaparece tan rápido como surgió. Los insectos ya buscan alimento entre las flores y los amantes de la humedad se esconden para pasar el día.

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