jueves, 10 de octubre de 2013

Ven, cómeme y trabaja para mi

Con la llegada del otoño, muchos árboles y arbustos se llenan de frutos comestibles. A lo largo de millones de años de evolución, las semillas de muchas plantas se han rodeado de una envoltura carnosa apetecible y sabrosa para atraer a los animales (sobre todo aves y mamíferos) y al mismo tiempo, estos han evolucionado para consumirlas. De esta forma, una vez que sean ingeridas, las semillas serán transportadas en el tracto digestivo y depositadas con los excrementos, en ocasiones a varios kilómetros de distancia.

Serbal (Sorbus aucuparia) cargado de frutos en medio del bosque

Pero el primer paso es atraer la atención de los potenciales consumidores. Muchos de los frutos, una vez maduros, adquieren colores intensos y brillantes que resaltan entre el follaje del bosque. Algunos de ellos, como los del Serbal de los cazadores, se tiñen de rojo, siendo visibles a una gran distancia.

El Serbal de la foto anterior en detalle

Si formáramos parte de un bando de zorzales que pasara volando sobre el bosque, seguramente nos sentiríamos atraídos por ellos, al destacar entre las hojas de los árboles que los rodean y bajaríamos rápidamente a repostar.

Curruca carrasqueña (Sylvia cantillans) comiendo moras de Rubus sp.

Una vez que el animal, en este caso un ave, ha llegado al arbusto, los frutos deben tener un sabor agradable que estimule su consumo. La pulpa carnosa tiene una gran cantidad de azúcares, como la fructosa o la sacarosa, que resultan muy apetecibles para muchas aves y mamíferos, que además consiguen una gran cantidad de energía ya que son rápidamente metabolizables.

Pero después de haber comido, el ave no ha terminado su trabajo para la planta. Las semillas suelen estar rodeadas de una cáscara dura que las protege. Muchas plantas necesitan que esas semillas pasen por el tracto digestivo de las aves, donde la cáscara de las mismas se adelgaza y ablanda, lo que favorece su posterior germinación. Este proceso recibe el nombre de escarificación.

Evidentemente, en todo este juego salen beneficiadas ambas partes, lo que constituye un claro ejemplo de interacción mutualística: las aves consiguen alimento y energía y las plantas consiguen un servicio de mensajería previo pago de un tasa (azúcares y pigmentos) que disperse sus semillas a larga distancia.

NOTA: haced click en las fotos para verlas a mayor tamaño

1 comentario:

  1. Creo que el otoño es mi estación favorita, como dices muchos árboles se cargan de frutos, la naturaleza está somnolienta y es posible encontrarse con mucho animalillos en los paseos matutinos... Por no hablar de la belleza de las hojas caducas en sus últimos días cargadas de diferentes colores antes de hacer su último viaje hacia el suelo... en fin... me ha gustado mucho el artículo y las fotos preciosas, como siempre.

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