viernes, 29 de diciembre de 2017

Adiós 2017

Ya quedan pocas horas para que el año 2017 se despida para siempre. Un año de luces y sombras para la naturaleza cantábrica y que ha confirmado una vez más que la historia suele repetirse, sobre todo cuando nos empeñamos en que así sea. Este año termina con lluvia y con frío, algo que debería ser lo normal, pero que en los últimos años no lo fue tanto, y que aún así no ha evitado que se hayan vuelto a batir los récords de temperaturas máximas en un contexto de cambio climático que solo los necios y los interesados se atreven a negar. 

También se batieron los registros de superficie quemada, que solo en Asturias se llevaron por delante 27.000 hectáreas de monte en 1600 incendios provocados intencionadamente, algunos en lugares de incalculable valor ecológico. El cambio legislativo que eliminó la figura de los acotamientos al pastoreo, aprobado por prácticamente todos los partidos con representación parlamentaria en Asturias (PP, PSOE, IU, Ciudadanos y Foro Asturias) lo que unido a la práctica desintegración de la Brigada de Investigación de Incendios Forestales (BRIPAS) dio alas a los incendiarios, que vieron como quemar el monte no solo salía barato sino que tenía premio.  Tampoco fue 2017 un buen año para el lobo, cada vez más acosado y perseguido, y más aún después de la aprobación del nuevo plan del lobo que permite a los cazadores matarlos a pesar de no ser una especie cinegética en Asturias. 

La imagen del "Paraíso Natural" que siguen tratando de vendernos en anuncios y publireportajes cada vez está más pervertida y carente de sentido, diluida entre miles de hectáreas de eucaliptales, entre valores insoportables de contaminación ambiental, incendios provocados y entre cabezas cabezas de lobos colgadas de las señales y delincuentes que quedan impunes. Pero como siempre que acaba un año, también hay que acordarse de lo bueno, porque a pesar de todo, nuestra naturaleza sigue ahí, aguantando y mostrándonos cada día que merece la pena esforzarse en de conservarla.

Y como quiero despedir el año de una manera positiva, os dejo este vídeo de 5 minutos de duración que es un resumen de las historias que han llenado estos 12 meses de Naturaleza Cantábrica, en los que ha habido de todo un poco y en los que he cumplido algunos sueños que llevaba persiguiendo desde que era un niño, como ver las orcas que me daban esquinazo desde hace años y verlas a placer. 


Y también fue 2017 el año en el que Naturaleza Cantábrica saltó a la radio, con la sección La Luciérnaga, que se enciende todos los miércoles en directo a las 21:45 dentro del programa Noche tras Noche de la RTPA. En este enlace podéis escuchar los podcast del programa.

A todos los que seguís este blog, tanto aquí como en las redes sociales, os deseo lo mejor para 2018 y espero que sigáis disfrutando de la naturaleza y luchando por conservarla.

NOTA: para ver el vídeo en pantalla completa, haced clic en las cuatro flechitas que aparecen en la barra inferior.


miércoles, 20 de diciembre de 2017

Cuantos más jabalíes se cazan, más aumentan sus poblaciones

El jabalí (Sus scrofa) es un mamífero artiodáctilo que pertenece a la familia de los suidos y que es el ancestro salvaje de nuestro cerdo doméstico. Una de las características del jabalí es su caracter omnívoro y su gran adaptabilidad, por lo que puede encontrarse en una gran variedad de hábitats, desde bosques de coníferas, bosques atlánticos, dehesas, marismas, campiñas e incluso ambientes muy humanizados. 


El carácter oportunista del jabalí le ha permitido explotar prácticamente todos los recursos disponibles, ya que aunque su dieta está formada básicamente por alimentos de origen vegetal, también incluye una importante fracción de alimentos de origen animal, sobre todo invertebrados, aunque puede comer anfibios, huevos e incluso carroña y por supuesto aprovecha a gran cantidad de desperdicios generados por nosotros, tanto en vertederos como en pueblos y ciudades.

domingo, 3 de diciembre de 2017

Los ríos que tiran el agua a la mar

Resulta sorprendente que todavía haya gente que siga pensando que el agua que vierten los ríos a la mar es agua desperdiciada, agua que no sirve para nada y que debería ser trasvasada y utilizada para regar cultivos y campos de golf antes de perderse en las procelosas aguas del océano. Lo realmente grave de estas afirmaciones, que cada cierto tiempo vuelven a aparecer en la prensa, es que las hacen personas con responsabilidades políticas, personas que tienen en sus manos el poder de cambiar las leyes y que llegado el caso podrían poner en práctica sus ideas peregrinas.

El último en realizar esta afirmación ha sido el presidente de la Región de Murcia, Fernando López Miras, que hace un par de meses afirmaba sin sonrojarse que "en España no falta agua. Cada año se arrojan 80.000 hectómetros cúbicos al mar". En el fondo no es sorprendente este tipo de declaraciones, muy numerosas entre la población de diputados, consejeros y políticos de todo signo que pueblan parlamentos nacionales, autonómicos y municipales y que confirman por enésima vez que la ignorancia es un valor que cotiza al alza a la hora de ascender en el escalafón político.

Quizás por esto sea conveniente recordar una vez más en qué consiste el ciclo del agua y el ciclo de los nutrientes, unos temas que por cierto tanto el señor López Miras como la mayoría de diputados y concejales deberían haber estudiado tanto en la EGB como en el Bachillerato, pero que a la vista de los resultados mucho me temo que debieron haber dedicado su etapa escolar a hacer papiroflexia y a dibujar monigotes en el libro de Ciencias Naturales.

El ciclo del agua

Lo primero que debería recordarse es que en la naturaleza no se pierde ni se desperdicia nada, y que unos procesos alimentan a otros y que la energía producida en un ecosistema se distribuye y se consume no solo en ese ecosistema sino que incluso puede usarse en ecosistemas muy distantes.


El agua en la Tierra siempre está en movimiento y cambia constantemente de estado (líquido, gaseoso y sólido), lo que está directamente relacionado con la energía proporcionada por el sol.  El sol calienta el agua de los océanos y ésta se evapora, de forma que las corrientes ascendentes llevan el vapor a las capas superiores de la atmósfera, donde se forman las nubes. Las corrientes de aire mueven esas nubes sobre la superficie de la Tierra y cuando se producen unas condiciones de presión y temperatura determinadas, el agua se condensa y por efecto de la gravedad precipita en forma de lluvia, granizo o nieve.