viernes, 29 de marzo de 2019

La globalización está matando a los anfibios

Las rutas comerciales han conectado a las poblaciones humanas desde hace miles de años, lo que ha permitido el tráfico y la movilidad de mercancías, de culturas y de personas, pero también han sido la vía de entrada de multitud de patógenos y enfermedades. 

Se ha comentado en muchas ocasiones cómo la llegada de los primeros europeos a América produjo una mortalidad sin precedentes entre la población indígena, debido a que portaban enfermedades que los nativos nunca habían sufrido. Las poblaciones europeas, que sí habían estado en contacto con esos patógenos durante muchas generaciones, habían desarrollado mecanismos de defensa para enfrentarse a ellos, pero en las poblaciones indígenas eso no había ocurrido, ya que no había existido ese contacto previo. Solo entre la población azteca, que en 1545 se había estimado en 25 millones de personas, la cocolitzli, como ellos llamaron a la enfermedad que padecieron, produjo entre 12 y 15 millones de muertos en solo 5 años (Dobyns, 1993). Según confirmó un trabajo publicado en 2018, los síntomas que padecieron estaban provocados por la Salmonella enterica (Vågene et al, 2018). Los aztecas nunca habían estado contacto con esta bacteria hasta la llegada de los europeos, por lo que sucumbieron rápidamente a la enfermedad sin posibilidad de hacerle frente.

Pero los seres humanos no han sido los únicos que se han visto afectados por este "tráfico" de enfermedades. En los últimos años han sido muchas las especies de animales que han experimentado importantes descensos poblacionales, e incluso extinciones, debido a que han entrado en contacto con enfermedades con las que nunca habían tenido contacto. El grupo de animales que más ha sufrido los efectos de estas enfermedades ha sido el de los anfibios, debido sobre todo a la aparición de la enfermedad de la Quitridiomicosis, producida por el hongo Batrachochytrium dendrobatidis, que fue identificado en 1998 como el causante de dicha enfermedad (Berger et al, 1998).


Este hongo parásito se alimenta de la queratina que se encuentra en la piel de los anfibios y llega a ellos en forma de zoospora, cuando las larvas de estos se encuentran en el agua. Una vez en su piel, la zoospora se enquista, pierde su flagelo y se transforma en un esporangio, que además de alimentarse de queratina produce nuevas zoosporas que buscarán otras larvas donde fijarse. Mientras los renacuajos están en el agua, aparentemente viven sin problemas, sirviendo como reservorio del hongo, pero al producirse la metamorfosis y salir a tierra los metamorfos mueren en cuestión de días o incluso de unas pocas horas. Esta mortalidad ocurre porque la piel en los anfibios tiene un importante papel como órgano respiratorio, y como consecuencia de la enfermedad queda cubierta de costras que impiden el intercambio de gases, por lo que los animales acaban muriendo por un paro cardiaco.

martes, 12 de marzo de 2019

La alargada sombra de Jean-Baptiste de Lamarck

Jean-Baptiste Pierre Antoine de Monet Chevalier de Lamarck nació el 1 de agosto de 1744 en Bazantin (Francia), y por imposición de su padre estudió la carrera eclesiástica hasta los 17 años. Tras la muerte de éste retomó la tradición familiar, sirviendo 7 años en la infantería, aunque acabó abandonándola debido a sus problemas de salud. Posteriormente se trasladó a París donde estudió Medicina y Botánica, destacando a partir de entonces por sus importantes publicaciones, como la "Flora francesa", en colaboración con  Georges Louis Leclerc, donde por primera vez se usaban claves dicotómicas para clasificar las plantas y sobre todo por los siete volúmenes de su "Historia natural de los invertebrados". 

Pero aparte de esas obras y de otros muchos tratados sobre temas tan variados como la geología, la paleontología o la meteorología, Lamarck pasó a la historia tras la publicación de su obra "Filosofía zoológica" (Philosophie zoologique ou exposition des considérations relatives à l'histoire naturelle des animaux) en 1809, en la que desarrollaba su teoría sobre la evolución de la vida, expuesta por primera vez en 1800 en una conferencia en el Museo Nacional de Historia Natural de París. Según su teoría, Lamarck proponía que los animales no habían permanecido inmutables desde su creación, sino que habían ido cambiando para adaptarse a su entorno. Esta idea era revolucionaria, ya que por primera vez se afirmaba que las especies no habían sido creadas por Dios tal cual las vemos actualmente sino que habían cambiado, lo que contradecía a las teorías Fijistas que habían prevalecido hasta ese momento y que afirmaban que todas las especies habían permanecido invariables desde su creación. Según el Fijismo, los fósiles no eran más que especies que habían muerto después de cataclismos y diluvios o como mucho caprichos de la naturaleza. De todas formas, Lamarck no negaba la existencia de un Dios creador pero añadía esa posibilidad de transformación temporal para adaptarse a unas condiciones cambiantes.


Para explicar las transformaciones de los organismos a lo largo del tiempo, Lamarck propuso que los órganos que se usaban se robustecían, mientras que los que no se usaban se atrofiaban y que esto se debía a que los los caracteres o habilidades que se adquirían a lo largo de la vida de cada organismos se transmitían hereditariamente a sus descendientes, en lo que denominó "herencia de los caracteres adquiridos".