miércoles, 2 de julio de 2025

Ganadería y domesticación millones de años antes de los primeros humanos

 Hace unos 50 millones de años, aunque algunos estudios sugieren que esta relación podría haberse iniciado hace incluso 100 millones de años, mucho antes de la aparición de los primeros homínidos, ya existía una forma primitiva de ganadería: una relación mutualista entre hormigas y pulgones.

Los pulgones se alimentan insertando su estilete bucal en el floema de las plantas, y así succionan la savia. En condiciones normales, extraen más savia de la que pueden procesar, y el excedente lo excretan en forma de gotas ricas en azúcares. Las hormigas han aprendido a estimulan a los pulgones con sus antenas para que liberen esas gotitas, que luego recogen y consumen. Este comportamiento se pueden observar en una de las fotos, donde se aprecia la interacción directa entre ambos insectos.

¿Pero qué ganan los pulgones a cambio? Protección y cuidados. Las hormigas los defienden activamente frente a depredadores como las mariquitas, y si la planta que habitan muere o se debilita, las hormigas los trasladan a otra planta más saludable. En invierno, incluso pueden llevarlos al interior del hormiguero y mantenerlos allí hasta la primavera.

Sin embargo, esta relación no es del todo beneficiosa para los pulgones. En algunas especies, la coevolución ha sido tan estrecha que los pulgones ya no son capaces de excretar savia sin la estimulación de las hormigas. Se han vuelto dependientes.

Además, las hormigas han aprendido a controlar el ciclo de vida de sus “rebaños”. Durante la primavera y el verano, las hembras de pulgón se reproducen por partenogénesis, es decir, sin necesidad de machos: paren clones idénticos a ellas. Pero en otoño, o cuando hay alta densidad de individuos o escasez de alimento, las hembras comienzan a producir formas sexuadas aladas (machos y hembras), lo que les permite dispersarse a otras plantas.


Esto no conviene a las hormigas, que corren el riesgo de perder el rebaño. ¿Cómo lo evitan? Algunas especies han desarrollado estrategias sorprendentes: cortan las alas de las hembras aladas e incluso alteran químicamente su desarrollo mediante la secreción de semioquímicos como la dendrolasina, que inhiben la formación de alas.

No hace falta mucha imaginación para considerar esto una auténtica forma de domesticación. Una ganadería anterior por decenas de millones de años a la humana y casi tan sofisticada.


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