lunes, 26 de septiembre de 2022

Curso de ética periodística: La falacia del falso equilibrio en los debates sobre medio ambiente

Son las 10 de la noche, prime time, y comienza un programa especial en la televisión en el que dos personas debaten sobre inteligencia artificial y computación. A un lado se sienta un ingeniero informático con 30 años de experiencia, que empieza su intervención hablando de lenguajes de programación, sistemas operativos y complejos algoritmos. Al otro lado se sienta una persona que afirma que todo eso es un montaje y que realmente dentro de los ordenadores hay pequeñas personitas que manejan los cables y hacen todas las operaciones, pero no las vemos porque son demasiado pequeñas.


El presentador va dando la palabra alternativamente a ambas personas, que tienen el mismo tiempo para exponer sus argumentos. Mientras que el ingeniero informático se esmera en dar datos y pruebas empíricas, el defensor de la teoría del trabajo de las personas diminutas presenta fotografías distorsionadas y habla de una conspiración a nivel mundial sin presentar ninguna prueba. El ingeniero informático, atónito ante semejante despliegue de estupideces, mira al moderador, que impasible, le insiste en que siga defendiendo su postura, por lo que, pacientemente vuelve a dar datos y pruebas. El defensor de la conspiración, al quedarse sin argumentos, alza la voz, empieza a acusar a su oponente de ocultar la verdad y desempolva unos hechos ocurridos durante su etapa universitaria para intentar desacreditarlo. La falacia ad-hominen nunca falla en estos casos. El ingeniero informático, cansado de escuchar estupideces y molesto por las acusaciones personales, se levanta y abandona el debate.

El moderador despide el programa, no sin antes ensalzar el papel de su cadena de televisión en dar voz a todo el mundo con el fin de conocer la verdad. Al mismo tiempo, despide al defensor de la conspiración y critica la desconsideración del ingeniero informático al abandonar el debate, mientras el ingeniero, en la puerta del estudio, se pregunta por qué accedería a acudir a semejante pantomima. A pesar de contar con todos los argumentos y pruebas de su lado ha perdido el debate y lo sabe. 


La cadena de televisión ha conseguido su objetivo, se ha inventado una falsa polémica y ha logrado unos buenos datos de audiencia. El truco es muy sencillo, se han presentando ante el público dos posturas contrapuestas como si estuvieran al mismo nivel, una argumentada por un experto y la otra por un ignorante o por un estafador con ansias de protagonismo. A ambas posturas se les ha dado el mismo tiempo de réplica para sus intervenciones y de esta forma, una opinión minoritaria o totalmente absurda aparece ante la audiencia como equivalente a la contrastada y confirmada por una inmensa mayoría de expertos en la materia.

Pero un resultado más alarmante es que gracias a este debate, una opinión absurda, que solo defendía un pequeño grupo de personas, empieza a ser tenida en cuenta por algunas personas más y sembrará la duda sobre parte de la audiencia, mientras que otra parte, más receptiva ante todo tipo de conspiraciones, la incorporará a su repertorio conspiranoico como una prueba más de una supuesta confabulación planetaria. 

Este tipo de estrategia, la de la la equidistancia, también conocida como Falacia del Falso Equilibrio es un truco usado frecuentemente en televisión para ganar audiencia y consiste precisamente en eso, en enfrentar en un debate a dos posturas contrapuestas, una representada por experto en la materia y otra por un charlatán sin ningun conocimieno o cuya postura es respaldada por una ínfima minoría de personas.

La falacia del falso equilibrio en los debates sobre el Cambio Climático 



Tras analizar los miles de publicaciones sobre el cambio climático, se concluyó que entre los científicos especialistas en climatología había un consenso superior al 97% en que el cambio climático era un hecho y en que ese cambio climático era consecuencia de la actividad humana. Todos los análisis que se han realizado posteriormente han dado valores superiores a ese 97%, el último de ellos, publicado por Myers y colaboradores en 2021 en la revista Environmental Research Letters, situó ese consenso en un 98,7%. Es más, cuando se hizo ese análisis entre los expertos con mayor nivel de experiencia, o sea, aquellos que de forma independiente habían publicado más de 20 artículos revisados por pares sobre el cambio climático entre 2015 y 2019, el consenso sobre que la Tierra se está calentando principalmente debido a la actividad antropogénica, fue del 100%. 

A pesar de este consenso, en todos los debates que se televisan sobre el Cambio Climático, lo habitual es enfrentar a un experto climatólogo con un negacionista, en la mayoría de las ocasiones sin ninguna experiencia contrastada y que basa su discurso en los mismos mantras que ya han sido rebatidos cientos de veces. Y para darle más morbo al debate, se suele invitar a políticos a esos debates, curiosamente todos ellos negacionistas pero sin ningún conocimiento climático, y también curiosamente, todos ellos de una ideologia "liberal", por usar un término suave. De esta forma también se condiciona a la audiencia, como suele ocurrir con cualquier tema medioambiental, atribuyendo una ideología de izquierdas al medio ambiente, con lo que aprovechándose de la polarización de la sociedad, los argumentos negacionistas ganan adeptos entre los votantes de la derecha, aunque muchos de esos votantes ni siquiera se hayan detenido a analizar las pruebas y los datos presentados (sobre la ideología del medio ambiente se puede leer esta entrada del blog)

El último de estos esperpénticos debates tuvo lugar en el programa Todo es Mentira, en la cadena Cuatro, el pasado 29 de agosto. En ese debate, Javier Peña tuvo que debatir sobre cambio climático con Francisco Hervías, conocido negacionista, ex-diputado de Ciudadanos y actual miembro del PP, y Esperanza Aguirre, reconocida climatóloga que haciendo gala de sus conocimientos respondió a una de las preguntas de la moderadora con esta frase: "Que hable Fran porque yo de esto no sé una palabra”. Para redondear el esperpento, el texto con el que se rotulaba el debate decía "Los bulos del cambio climático". ¿Quién da más? 


No hace falta decir que el programa siguió el guión previsto y perfectamente calculado por los guionistas y responsables de la cadena: descalificaciones, falta de pruebas para rebatir los datos empíricos y las investigaciones, y por supuestos bromas y chascarrillos de los negacionistas y de la propia presentadora (“Habla antes de que se acabe el mundo, Fran”). Objetivo cumplido.


Si realmente se quisiera hacer un debate serio sobre el cambio climático, respetando las opiniones científicas y el consenso existente entre los investigadores, la proporción de participantes en el mismo, o el tiempo que debería darse a cada uno de los participantes sería el que se representa en la figura anterior: 97 científicos que apoyan la idea del cambio climático y la influencia antropogénica en el mismo, 2 negacionistas y 1 persona que pasaba por allí, que no sabe nada del tema pero que opina que todo es un montaje, por ejemplo, Esperanza Aguirre.

Por último, y volviendo al ejemplo de debate equitativo que planteaba al principio entre el informático y el defensor de las personitas que trabajan dentro de los ordenadores. Podría parecer un caso exagerado, pero si lo pensamos no lo es tanto. No debemos olvidar que en los últimos años, los medios de comunicación e incluso algunos debates, han invitado a sus programas a defensores de la que probablemente sea la teoría más idiota de los últimos años, la que afirma que la Tierra es plana. La prensa de hace eco de sus congresos, de sus patrañas y los invita a sus programas. El simple hecho de enfrentarse de tú a tú con uno de los defensores de esa estupidez es otorgarle la victoria en el debate. 

jueves, 15 de septiembre de 2022

De los gorriones de Mao Tse Tung a los mosquitos de Xi Jinping

A finales de los años 70 del siglo pasado se emitía en TVE un programa que se titulaba "La segunda oportunidad", que presentaba Paco Costas y en el que se comentaban accidentes de tráfico y cómo evitarlos. Recuerdo que el encabezamiento del programa era un coche que se estrellaba contra una roca en medio de la carretera y luego rebobinan la película (o como se diga ahora) y en la nueva escena, el coche evitaba el accidente, mientras una voz en off decía "El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra".


Pues todo este rollo viene a cuento de la noticia que ha aparecido estos días en la prensa según la cual, el gobierno chino estaría planteandose eliminar todos los mosquitos para así eliminar las enfermedades que ellos transmiten. Una política que iría en la linea de la que propuso en 2002 George Bush junior, ese gran estratega, de talar todos los árboles para así acabar con los incendios.

Esta brillante idea del gobierno chino tiene un gran parecido con la idea que tuvo Mao Tse-Tung en los 60 del siglo pasado con los gorriones, cuando pensó que si un solo gorrión podia comer 4 kilos de grano al día, si se mataran todos los gorriones, eso serviría para que todo el grano que ya no comerían los gorriones lo pudieran comer las personas. 

Así que se pusieron manos a la obra y tras una intensa campaña difamatoria en la que pusieron a los gorriones como los auténticos jinetes del Apocalipsis, animaron a intervenir y matar todos los gorriones que pudieran. Y tanto éxito tuvo la campaña que la gente usó todas las armas a su alcance, desde destruir sus nidos a envenenamientos masivos, hasta que en pocos años casi lograron extinguirlos. Curiosamente, unas pequeñas poblaciones urbanas consiguieron salvarse porque quedaron encerradas en algunas embajadas de otros paises que prohibieron el acceso a los aniquiladores de gorriones.

Exhibición de varios centenares de miles de gorriones matados por un grupo de campesinos chinos (Sovfoto / Universal Images) 

¿Cuál fue la consecuencia? ¿Hubo más grano en las despensas de la gente? Pues ocurrió todo lo contrario, el descenso de la población de gorriones hizo que las plagas de algunos insectos, sobre todo de langostas migratorias, se extendieran sin control y arrasaran con las cosechas, acabando con el alimento de la población y provocando la gran hambruna china en la que se estima que murieron más de 50 millones de personas. Habían olvidado, entre otras cosas, que los gorriones, además de grano, consumen muchos insectos, sobre todo durante la época de reproducción.

Finalmente, aunque nunca de forma explícita, el gobierno chino tuvo que admitir su error con los gorriones y Mao Tse Tung apareció en la televisión y en los carteles publicitarios en la que decía a la gente que se olvidara de los gorriones. Aun así, la población de gorriones se había reducido tanto que el gobierno chino pidió ayuda a la URSS para que les enviara un cargamento de gorriones para tratar de restaurar las poblaciones que habían sido diezmadas. Y según cuentan, el propio Nikita Jruschov se implicó en dicha repoblación y envió en secreto un barco con mas de 200.000 gorriones para que la población no se enterara de que Mao había cometido un error garrafal que había costado millones de vidas humanas.

De todas formas, la campaña de descrédito de los gorriones por parte del estado habia calado tan profundamente en la sociedad que siguieron matándolos y de nada sirvió que se declara especie protegida. Tal era la mala fama que tenían los gorriones que en el año 2001, el propio gobierno tuvo que hacer una nueva campaña para limpiar su imagen.

¿Qué pasará con los mosquitos? ¿Serán los nuevos gorriones de Xi Jinping? El tiempo lo dirá, pero suele pasar que cada vez que jugamos a ser dios, salimos escaldados.