jueves, 28 de agosto de 2014

Chotacabras tardíos

Los chotacabras (Fam. Caprimulgidae) son unas aves muy peculiares, tanto por su aspecto como por su comportamiento. Se trata de una familia que agrupa casi 100 especies que se distribuyen por la mayoría del Paleártico. Son de hábitos nocturnos y crepusculares y se alimentan de mariposas nocturnas y otros insectos que capturan en vuelo abriendo su boca como un aspirador. Por el día, aprovechando el colorido mimético de su plumaje, se camuflan entre la hojarasca donde pasan prácticamente desapercibidos.


Esta especie es un visitante estival, que llega entre finales de abril y mediados de mayo y permanece hasta agosto o principios de septiembre, cuando nos abandona para pasar los meses de nuestro invierno en África. En el suelo de un pinar de repoblación del occidente de Asturies, una pareja de chotacabras europeo (Caprimulgus europaeus) ha puesto dos huevos que la hembra incuba pacientemente en el suelo. 


Durante su estancia entre nosotros suele realizar dos puestas y en algunos casos, como el que me comentó Pablo Miki García, que me cedió amablemente sus fotos, pueden llegar a apurar hasta el último momento antes de marcharse. La hembra deposita los huevos directamente sobre el suelo, sin construir ningún tipo de nido.


Hace tan solo un par de días localizó un pollo recién nacido, cuando muchos de sus congéneres ya se encuentran rumbo a tierras africanas. Como nos comentó Jesús Landeira, un verdadero experto en mariposas, seguramente se aprovecharán la segunda generación de Esfinges y Catocalas, que empiezan ahora a volar, para apurar su crecimiento. 

Al igual que ocurre con otros muchos animales, los chotacabras no están exentos de una buena carga de supersticiones y mitos. Su nombre común viene de la falsa creencia de que estas aves eran capaces de mamar la leche de las cabras.

NOTA: como ya he comentado, quisiera darle las gracias a Pablo Miki García por cederme las fotos. Podéis hacer click sobre ellas para verlas a mayor tamaño.

martes, 26 de agosto de 2014

La sencillez de la Velella

El pasado sábado salimos en barco desde Ribesella hasta alcanzar las 32 millas norte. Apenas soplaba una ligera  brisa del nordeste y la mar estaba completamente en calma, y a medida que nos alejábamos de la costa tan solo se veían ligeras ondulaciones en la superficie debido a las corrientes.

A pesar de que en estas fechas la migración de aves marinas ya empieza a ser notable, la situación anticiclónica de las últimas semanas parece haberlas retenido en el interior del golfo de Bizkaia y seguramente no comenzarán a moverse hasta que cambie el tiempo.

Mientras navegábamos por una mar que parecía estar completamente desierta, salvo por la aparición de algún grupo aislado de delfines comunes y unas pocas gaviotas, sobre la superficie del mar aparecieron multitud de pequeñas manchitas brillantes y azuladas que reflejaban la luz del sol. Cuando nos acercamos comprobamos que se trataba de cientos de pequeñas medusas de la especie Velella velella que se dejaban llevar a merced del viento y las corrientes marinas.


Las Velellas son hidrozoos de pequeño tamaño, que no superan los 6 cm de longitud y que al igual que ocurre con el resto de medusas, no son organismos unitarios sino que son colonias de multitud de pequeños individuos especializados, los pólipos, que se encuentran unidos a un disco cartilaginoso. En su parte superior tiene una estructura en forma de vela que atrapa el viento, gracias a la cual se desplazan sin rumbo fijo según sus caprichos.


Las Velellas, al igual que otras medusas, son carnívoras, y se alimentan del plancton que capturan gracias a unas células urticantes llamadas cnidocitos que se disponen en la parte inferior del disco. En los cnidocitos se encuentran los nematocistos, que son pequeños arpones con los que inyectan las toxinas a sus presas. Las Velellas no suponen ningún peligro para el hombre, ya que estos nematocistos no pueden atravesar la piel humana.

Debido a la falta de control sobre su medio de transporte, las Velellas pueden viajar por todos los mares y océanos del mundo, pero en muchas ocasiones lo que puede ser una ventaja para su dispersión también es un inconveniente, y los caprichos del viento pueden llevar a miles o millones de ellas hacia una muerte segura al acabar varando en las playas, sin posibilidad de regresar al agua.

NOTA: haced click en las fotos para verlas a mayor tamaño.

jueves, 21 de agosto de 2014

Venenos de uso legal y sus peligros para la fauna

El hombre ha usado los venenos desde hace décadas para eliminar aquellas especies que consideraba molestas o dañinas. Aunque es frecuente escuchar que su uso es algo del pasado, lo cierto es que el veneno nunca ha desaparecido del campo, aunque se trata de una práctica prohibida que acarrea importantes sanciones económicas e incluso prisión para aquellos que lo utilicen con fines delictivos.


A pesar de estas prohibiciones y del enorme daño que ocasionan a la fauna e incluso a los seres humanos, los venenos se pueden adquirir en cualquier tienda sin ningún tipo de permiso. Cualquier persona, incluso menor de edad, puede comprar raticidas, helicidas, topicidas, herbicidas o insecticidas sin problemas y además a un precio muy asequible.

También resulta curioso que la mayoría de la gente asocia el uso de venenos al furtivismo, a los cotos de caza o a la actividad ganadera, que con el fin de eliminar a los potenciales depredadores es empleado más frecuentemente de lo que imaginamos, pero lo cierto es que además de esas prácticas, los venenos son usados cotidianamente por particulares, sobre todo en el control de plagas de jardines y huertos sin que sean conscientes (o si lo son no les importa) del enorme daño que causan a otras especies.


En la foto anterior se puede ver a dos mirlos y un zorzal común que aparecieron envenenados en un jardín de Ruiloba (Cantabria) hace una semana. Poco antes de aparecer, según me comentó mi amigo Vicente Rozas, el dueño de la finca había sembrado el jardín con veneno para caracoles y babosas para evitar que se comieran sus plantas ornamentales.

El principio activo de este tipo de venenos es el metaldehído. Los caracoles y babosas, al entrar en contacto con este compuesto empiezan a segregar baba y acaban muriendo por deshidratación. El problema es que tanto el veneno, que normalmente se presenta en pequeñas cápsulas de color azul, como los caracoles envenenados, son consumidos activamente por aves como los túrdidos, o mamíferos como los erizos e incluso por animales domésticos como perros o gatos. Una vez ingerido, el veneno actúa sobre el sistema nervioso central causando violentas convulsiones que en la mayoría de los casos acaban con la muerte agónica del animal. 

El número de estas víctimas colaterales del uso legal de este tipo de venenos no ha sido cuantificado, pero se supone que miles de animales salvajes mueren todos los años por esta causa. Pero para que nos demos cuenta de su peligro, la dosis letal de metaldehido por vía oral es de 2 gramos en niños y 4 gramos en adultos.

A la vista de estos datos, resulta aún más incomprensible que estos productos se puedan vender libremente sin ningún control. Pero independientemente de esto, deberíamos ser nosotros mismos los que tomemos conciencia de sus peligros y optemos por otros métodos alternativos, y nos planteemos si merece la pena usarlos para comer unos tomates más o tener una planta de jardín más bonita. Quizás si redujéramos la obsesión por mantener el césped como un campo de golf, las babosas y caracoles tendrían suficiente hierba para comer y su impacto sobre las huertas y las plantas ornamentales sería mucho menor.

lunes, 18 de agosto de 2014

La hormiga león, un animal de ciencia ficción

Observando a algunos animales que tenemos a nuestro alrededor, no resulta complicado averiguar de dónde surge la inspiración de muchos guionistas de ciencia ficción a la hora de crear a sus personajes. Mantis religiosas, escarabajos o ciempiés y otros muchos, desconocidos para la mayoría de la gente, son recreados casi exactamente para dar vida a monstruos y extraterrestres, limitándose en muchas ocasiones a aumentarles el tamaño.


En un prado costero, descansaba sobre una hierba después de una noche de actividad un insecto de alas translúcidas ligeramente manchadas de negro. A simple vista parecía una pequeña polilla o incluso una libélula, pero lo cierto es que no se encuentra emparentada con ninguna de ellas.


Cuando nos acercamos un poco más, podemos ver sus antenas en forma de maza, su rostro afilado y sus ojos grandes y metalizados, que son una adaptación para ver de noche. Sus patas están cubiertas de pequeñas púas que les sirven para agarrar a los mosquitos y otros insectos de los que se alimentan. Se trata de un adulto de hormiga león (Orden Neuroptera, Familia Myrmeleontidae) y no son nada fáciles de ver, de hecho, este es el primer adulto que me encontré a pesar de haberlos buscado durante años.

Pero estos insectos son mucho más conocidos durante su fase larvaria que durante su fase adulta. Después del apareamiento, las hembras buscan un lugar adecuado donde depositar los huevos, normalmente un suelo arenoso o con tierra suelta desprovisto de vegetación. Cuando eclosionan los huevos, las larvas fabricarán una trampa en forma de embudo donde se esconderán y esperarán a sus presas.


Una vez construida la trampa, la larva se situará en el fondo. La larva de hormiga león es uno de los depredadores más eficaces entre todos los insectos. Está equipada con las mandíbulas más grandes en proporción a su tamaño de todo el reino animal y con ellas, además de agarrar a sus presas, les inocula una solución enzimática que digiere sus tejidos para luego succionar el líquido resultante.


En la proximidad de la trampa, un hormiguero de hormigas negras (Lasius niger) se encuentra en plena actividad. Un ejercito de pequeñas obreras abandonan su refugio cuando el sol empieza a calentar y se dispersan en todas direcciones en busca de comida. Una de ellas se ha salido de su ruta habitual y ha caído en la trampa. A pesar de sus esfuerzos por salir resbala continuamente y para poner las cosas peor, desde el fondo comienzan a torpedearla con granos de arena que hacen que pierda el equilibrio y caiga de nuevo. 

No hay escapatoria posible y después de unos segundos, dependiendo de la resistencia de la presa, la pequeña hormiga acaba en el fondo de la trampa, donde las mandíbulas del depredador la atraparan para comérsela bajo tierra. 

En este vídeo podéis ver toda la secuencia y apreciar en detalle el aspecto de la larva de la hormiga león.



Quizás ahora, cuando volváis a ver alguna de las películas de ciencia ficción más conocidas, os deis cuenta de que muchos de los terribles monstruos que aparecen en ellas se encuentran bajo nuestros pies y que el mejor guionista sigue siendo la propia naturaleza.


Seguro que Sarlacc, el monstruo que habitaba en el Pozo de Carkoon en el planeta Tatooine, era una hormiga león.

NOTA: haced click en las fotos para verlas a mayor tamaño.