martes, 18 de febrero de 2014

Invierno y gatos monteses en las montañas de Laciana

Ayer por la tarde me acerqué hasta los valles de Laciana a disfrutar un poco del invierno en la montaña. Después de varias semanas de mar y temporales me apetecía cambiar un poco de aires y pasar unas horas "al otro lado".

Los que vivimos en Asturies sabemos que cuando cruzamos el Negrón, es como si entráramos en otro mundo. En los cuatro kilómetros que atraviesan el macizo del mismo nombre se produce un cambio radical, no sólo en el paisaje sino también en las condiciones meteorológicas. Si venimos del sur, lo normal es que a mitad del túnel veamos los primeros carteles luminosos que nos avisan de la presencia de niebla y lluvia y al salir nos damos de golpe con empinadas laderas tapizadas de hayedos cubiertos por la niebla. Si hacemos el viaje inverso suele pasar lo contrario, la niebla y la lluvia dan paso al cielo azul y despejado y las hayas desaparecen para transformarse en montañas ralas con parches de vegetación alpina, melojos y sabinas.

Pero ayer se había invertido la situación. La temperatura al salir de Uvieo era de unos agradables 15ºC y brillaba el sol, pero al cruzar el Negrón, la temperatura descendió bruscamente hasta los 2ºC, la niebla se pegaba a las montañas y nevaba suavemente. Los días de viento sur todo se vuelve del revés.


Había quedado con Héctor Ruiz para vernos y dar una vuelta por "sus montañas". Al primer sitio que fuimos fue a la espectacular cascada de Lumajo, que debido a las fuertes lluvias del invierno bajaba a tope de agua. Esta es la mejor época para visitarla, ya que aparte de la gran cantidad de agua, con la llegada de la primavera, las hojas de los árboles tapan el chorro,lo que impide disfrutarla como ahora.



La cascada está formada por dos saltos que juntan sus aguas en un torrente caudaloso antes de desembocar en el Río Sil. Mucha de la nieve que cubría las laderas hace unos días había desaparecido debido a las intensas lluvias, pero el frío de las noches aún mantenía congelada parte de la vegetación de los alrededores.

Después de la visita a la cascada intentamos probar suerte a ver si alguno de los vecinos de la zona se dejaba ver, eran las 4 de la tarde y estas horas antes de que oscurezca son muy buenas para ver carnívoros, que aprovechando que aun no ha comenzado a helar y el suelo todavía está blando, aprovechan para buscar ratas y ratones.


Pero lo que primero encontramos fue lo que menos esperábamos. En un prado al lado de la carretera vimos el cuerpo de un animal que al principio no supimos identificar. Al acercarnos comprobamos que se trataba del cadáver de una nutria joven parcialmente depredada. El río estaba lejos y probablemente se hubiera metido en el prado encharcado en busca de anfibios cuando encontró la muerte. No tenía señales de haber sido atropellada y todo indicaba que había sido atacada y parcialmente comida por un depredador.


Había empezado a nevar con más fuerza a medida que íbamos ganando altura, y en un prado cercano vimos un corzo que se fue corriendo nada más darse cuenta de nuestra presencia. Poco más adelante, a escasos metros del coche, un zorro (Vulpes vulpes) buscaba ratas toperas (Arvicola sherman) en un prado libre de nieve, que delataban su presencia por los abundantes montones de tierra que se encontraban dispersos entre la hierba. El pelaje de invierno del zorro, denso y tupido, le protegía perfectamente del frío que no parecía molestarle en absoluto.

Pero los que conocemos a Héctor sabemos que hay una especie por la que siente una pasión especial y a la que dedica muchas de sus horas de campo. Una especie que a pesar de que tiene en esta zona de la cordillera cantábrica una de sus mejores poblaciones ibéricas, ha sido muy poco estudiada, contándose casi con los dedos de la mano los estudios realizados en la Península. Se trata del gato montes (Felis silvestris). Aunque ya había observado alguno con él en otras ocasiones, no perdía la esperanza de que hoy tuviéramos suerte y nos encontráramos con otro.


Y como si no quisiera faltar a la cita, mientras yo miraba hacia otro lado, Héctor paró el coche de repente y a su derecha ya había localizado a un macho en una zona donde él no lo había visto antes. Casi no me dio tiempo a reaccionar y busqué la cámara en el asiento de atrás mientras el gato nos miraba fijamente a escasos metros de nosotros. Al igual que el zorro, estaba en un prado buscando ratas toperas.


Después de unos minutos, el gato se levantó y se fue caminando lentamente hasta que lo perdimos de vista. Siempre es un placer ver a un animal tan esquivo como este. Después de este encuentro inesperado nos dirigimos a un prado a la orilla de un río que suele ser frecuentado como cazadero por esta especie. A las ratas toperas no les gustan los prados encharcados y prefieren aquellos que presentan una ligera pendiente que impide que el agua se acumule y anegue sus madrigueras. Y si las presas eligen estas zonas, sus depredadores también.

Al llegar al prado observamos una gran cantidad de montículos de tierra, que como me comentó Héctor, al contrario que los de los de los topos, no se disponen en líneas, sino que forman grupos arbitrarios por todo el prado. No había duda de que ese sitio era un buen cazadero, y no sólo para los gatos monteses, sino también para tejones y zorros, de los que había muchísimos rastros.

A pesar de que lo buscamos, el gato ya no estaba, solo quedaban sus excrementos frescos y sus huellas en la nieve. Seguramente ya habría cazado suficientes presas por ese día y se encontraría descansando en algún sitio cercano, probablemente observándonos a nosotros.

Ya eran las 6 de la tarde y empezaba a oscurecer. Aunque ya se nota que los días han crecido en las últimas semanas, aún estamos en pleno invierno y los días nublados la luz se va pronto y es difícil ver con claridad a partir de esa hora, así que para entrar en calor nos fuimos a tomar un chocolate caliente con frisuelos a un pueblo de Babia antes de despedirnos. No había estado nada mal, esta vez la suerte quiso que el día saliera mucho mejor de lo que esperábamos. Los que salimos al campo sabemos perfectamente que esto no es lo normal y que tratándose de especies tan esquivas como el gato montés, lo más frecuente es que te vuelvas a casa sin haberlo visto. De todas formas siempre es un gusto darse una vuelta por los valles de Babia y Laciana, y si es en buena compañía mucho mejor.

Si queréis conocer muchas más cosas sobre el gato salvaje, os recomiendo que visitéis la página del Proyecto Gato Montés, que han creado recientemente Héctor y Jorge Falagán, donde además de encontrar mucha información y disfrutar de unas fotos y unos vídeos increíbles, podéis aportar vuestros datos y observaciones para tratar de conocer un poco más a este animal tan especial.

Os recuerdo también que si queréis votar a Naturaleza Cantábrica para los Premios 20blogs, podéis hacerlo hasta el 3 de marzo siguiendo las instrucciones de este enlace.

NOTA: haced click en las fotos para verlas a mayor tamaño

6 comentarios:

  1. Una tarde memorable si señor!! Ese gato ya está fichado a partir de ahora. Por cierto el nombre científico es Felis silvestris. Un abrazo y a repetirlo pronto!

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    1. Ya está corregido, aunque realmente me refería a este, jeje http://www.youtube.com/watch?v=cT2cVtHfI8k

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  2. fue allá por los principios de los 80 cuando Manolito, el mayor de los gamberros antinatura de la zona, apareció a las puertas de la casa de mi tía con un cachorro de gato.
    Habían encontrado una madriguera en pleno monte lucense y es más que probable que solo sobreviviera aquel que traía entre sus manos y la de sus amigos de pandilla.
    Mi tía Chefa siempre ha sido amante de los animales y no dudó en arrebatárselo de las manos para así librarlo de una muerte segura. Su primera intención no era la de adoptarlo, pero con el tiempo y a medida que el gato empezaba a crecer. Los lazos emocionales y sobre todo el afán por proteger la vida del animal hicieron de Tom (por Tom y Jerry) su primera mascota.

    Tom alcanzó un enorme tamaño, su pelaje empezó a crecer más largo de lo normal para cualquier gato. Sus tonos y dibujos atigrados eran realmente oscuros, fueron sus ojos verdes los primeros que vi brillar en la oscuridad... me inquietaban. Creo recordar que sus orejas terminaban con un corto mechón negro en sus puntas (cual lince) y su enorme y gruesa cola lo hacían destacar e imperar sobre el resto de los felinos de la zona. Por los alrededores nunca se volvería a divisar un ratón...Tom era un Gato Montés.
    Pero se adaptó a aquella casa y a vivir entre humanos... en cierto modo.
    Mi tía, exceptuando cuando era un cachorro, nunca lo pudo coger en brazos y cuando alguna vez lo intentó sus zarpas se encargaban de recordarle su procedencia silvestre . Salvo aquella vez que apareció completamente cubierto de alquitrán; había llegado a ciegas a casa y mi tía con esmero pudo recuperar su pelaje y abrirle los pegajosos ojos y orejas poco a poco con baños de aceite y jabón. Nunca supimos cual pudo ser su agónica aventura; es posible que alguna obra cercana.
    Algunos fines de semana me quedaba en su casa y a aparte del trato de mi tía, que me tenía a cuerpo de rey, disfrutaba jugando con aquel felino. Siempre manteniendo las distancias y cuando los tres estábamos a solas. Tom huía al oír cualquier visita. Pero mientras disfrutábamos de nuestra grupúscula soledad, sobre todo a la hora de dormir, Tom llegaba a ronronear... pero aquello no era un ronroneo de gato, era algo diferente.
    Duraría unos 7 u 8 años, los suficientes para dejar un mestizaje genético por la zona. Medio ciego y con sus orejas perforadas por algún balinazo del cabrón de Manolito delataban una larga vida que mi tía le procuró fuese lo más feliz.
    Una noche no volvió a casa, es posible que se fuera a morir a aquel monte de donde vino... prefiero pensar eso.
    Aquel animal me hechizó por completo, su independencia e imposible domesticación me marcarían de por vida para sentir una predilección especial por los felinos.
    Hasta el punto que 30 y pico años después una de tus fotos me ha recordado esta historia.
    Muchas gracias

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    1. Hola,
      bonita historia, como bien dices los gatos monteses son animales salvajes y si ya un gato normal es bastante independiente, me puedo imaginar como sería un gato montes.

      De todas formas, hay que recordar que no esta permitido tener animales salvajes en casa sin un permiso especial, y por supuesto, el mejor sitio para un gato montes, como su nombre indica, es el monte.

      un saludo

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