lunes, 28 de diciembre de 2020

Todas las imágenes tienen una historia

Hoy hace justo dos años que grabamos la secuencia del desove de los salmones. Tan solo 25 segundos que condensan una historia que se ha repetido durante miles de años. Cuando Jorge Chachero y yo nos propusimos hace más de 10 años hacer un documental sobre el Salmón atlántico, ya teníamos esa secuencia en la cabeza y pensábamos que no nos costaría demasiado grabarla. Solo había que ir al río, localizar a los peces y grabarlos. No parecía muy complicado.

Durante varios inviernos estuvimos yendo al río y fracaso tras fracaso llegamos a pensar que no lo conseguiríamos. Si había llovido hacía poco, el río estaba muy turbio y no se veía nada, si estaba claro, no había peces. Si no había llovido y había peces en la zona de desove, teníamos que colocar la cámara, intuyendo tras observar su comportamiento, donde se produciría el desove. Si todo encajaba, solo teníamos que esperar por el resultado, revisar varias horas de grabación una vez que llegábamos a casa y cruzar los dedos. Muchas veces, la batería se había agotado antes de que desovaran. Otras veces, habían llegado a desovar, pero los salmones habían quedado fuera del encuadre. Alguna vez, todo estaba perfecto y en el último momento, unos segundos antes del desove, una hoja inoportuna arrastrada por la corriente se enganchó en la lente y nos tapó la escena. Solo disponíamos de unos pocos días al año, y si no lo conseguíamos teníamos que esperar al año siguiente para volver a intentarlo. Y eso hicimos durante 5 años, hasta que al final, el último año que nos habíamos puesto como tope, lo conseguimos.

Justo hace 2 años, después de varias visitas al río, localizamos a una hembra y a varios machos en una tablada. Durante los siguientes días regresamos a la zona donde la habíamos visto, colocamos las cámaras, pero la hembra no desovaba. Hasta que un día, volvimos a repetir la rutina habitual y mientras mirábamos desde fuera del río sin muchas esperanzas, vimos una nube blanquecina que enturbió el agua durante unos segundos. ¡¡Habían desovado, no había dado tiempo a que la batería se agotara y la cámara parecía estar bien colocada!!

En ese momento, aún más nerviosos que antes, pasaron por nuestras cabezas todos los desencuadres, todas las hojas inoportunas, y todas las tostadas que la ley de Murphy se encarga de que caigan por la cara de la mermelada. Afortunadamente, ese día la tostada cayó boca arriba y hasta la hembra de salmón tuvo el detalle de doblar la cola en el último momento para entrar en el plano.

 

La próxima vez que veáis un documental de naturaleza, recordad que detrás de cada segundo que veis en el montaje final hay muchas horas, muchas hojas inoportunas y muchas tostadas boca abajo.

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