miércoles, 23 de marzo de 2016

La biomasa y el Henrietta de Phileas Fogg


-Ahora, ¿este buque me pertenece?
-Seguramente; desde la quilla a la punta de los palos; pero todo lo que es de madera, se entiende.
- Bien; que arranquen todos los aprestos interiores, y que se vayan echando a la hornilla.

Júzguese la mucha leña que debió gastar para conservar el vapor con suficiente presión. Aquel día, la toldilla, la carroza, los camarotes, el entrepuente, todo fue a la hornilla.

Al día siguiente, 19, se quemaron los palos, las piezas de respeto, las berlingas. La tripulación empleaba un celo increíble en hacer leña. Passepartout, rajando, cortando y serrando, hacía el trabajo de cien hombres. Era un furor de demolición.

Al día siguiente, 20, los parapetos, los empavesados, las obras muertas, la mayor parte del puente fueron devorados. La "Henrietta" ya no era más que un barco raso, como el del pontón.



Este fragmento corresponde al capítulo 33 del famoso libro "La vuelta al mundo en 80 días", de Julio Verne. Phileas Fogg había perdido el China, el último barco que partía de Nueva York con destino a Liverpool por solo 45 minutos, y con él se había esfumado la última esperanza de llegar a Londres a tiempo de ganar la apuesta. Ninguno de los otros vapores que hacían el servicio directo entre América y Europa estaba disponible y los veleros que iban a zarpar no tenían la suficiente velocidad para cruzar el Atlántico a tiempo. 

Al día siguiente, Phileas Fogg se dirigió al puerto y entre los barcos amarrados de fijó en uno, el Henrietta, un vapor de caso de hierro que estaba a punto de salir para Burdeos con un cargamento de piedras de cal. Después de hablar con el capitán y que éste le confirmara que no aceptaba fletar el barco y cambiar de rumbo, Phileas Fogg le propuso comprar el barco y la carga. No había problema de dinero, si ganaba la apuesta de 1 millón de libras lo compensaría con creces.

A mitad del viaje, después de consumir todo el carbón de las bodegas para navegar a la mayor velocidad posible, el combustible se agotó. Desesperados, al ver que no llegarían, Phileas Fogg propuso al capitán desarmar completamente el Henrietta y echar a la caldera todo lo que ardiera, desde los muebles al entarimado, desde los mástiles a las velas, hasta que ya no quedó nada más que arrojar al fuego. Quiso la suerte que estuvieran cerca de Queenstown, en Irlanda, y pudieran desembarcar para posteriormente continuar el viaje. Y el final de la historia ya lo conocéis todos.

Hace varios meses que no me puedo quitar esa imagen de la cabeza, la del Henrietta amarrado a puerto, inútil y desarmado, convertido en un casco de hierro después de haberlo quemado en vida. Porque finalmente todo era cuestión de dinero, de propiedad y de hacer lo que se quiera con lo que es tuyo.


Y os preguntaréis que tiene que ver el Henrietta con la biomasa, aunque a mí me resulta bastante evidente. Una vez que hemos caído en la cuenta de que los combustibles fósiles se están agotando y que nuestras demandas de energía son cada vez mayores, hemos apostado por quemar el barco, nuestro único barco. Y una vez que hemos decidido que no queremos dejar de crecer y reducir nuestro consumo energético, hemos optado por seguir quemando, pero esta vez, quemaremos madera.

Y lo más curioso es que hemos vestido a esta nueva fuente de energía con un bonito traje verde, pintando hermosos soles sonrientes que ayudan a la incorporación del CO2 desprendido de la combustión de la madera a las nuevas plantaciones, también sonrientes. 

Lo cierto es que ante las actuales demandas energéticas, plantear la sustitución de las fuentes de energía fósiles por biomasa implicaría una demanda de madera (o de cultivos no maderables) muy superior a la tasa de renovación de los bosques o plantaciones de los que se extraería. La caldera es insaciable.

En Asturias han surgido en los últimos meses varios proyectos que tienen como objetivo aprovechar la madera de nuestros bosques para biomasa. Se habla de toneladas "sin uso", de desperdicios que se amontonan y se pudren en el monte y de que su mejor destino es terminar en una caldera. Se vuelve a denominar residuos a las ramas y la madera muerta, en lineas generales a todo aquello que hace que un bosque sea un bosque y no una plantación. Pero no solo se habla de residuos, se habla de quemar los árboles, no solo como fuente de energía, sino también como una forma de evitar los incendios. 


Curiosamente se trata de la misma medida que había propuesto el ínclito George Bush en 2002 tras la oleada de incendios que asoló gran parte de Estados Unidos. No deja de ser sorprendente que muchos de los que entonces se tomaron a guasa esas afirmaciones ahora se muestren de acuerdo con ellas y quieran aplicarlas aquí.

En un artículo aparecido en la prensa este martes, se estimaba que solo en el Alto Nalón había medio millón de toneladas de biomasa sin aprovechar, a la vez que recomendaba hacer inversiones para "rentabilizar" el bosque y hace poco más de un mes, la prensa daba muestras de algarabía ante la inminente tala de cientos de árboles al compás de la música de las motosierras (podéis leer el artículo a continuación).


Y al olor de la madera y de las subvenciones han surgido cooperativas en las cuencas mineras que como ellos mismos dicen pretenden "utilizar los recursos asociados a los bosques para llenar el vacío industrial dejado por la minería". El plan es empezar talando los bosques existentes, sobre todo de castaño y luego sustituirlos por árboles de crecimiento rápido.

Hunosa está tramitando el desarrollo de una planta de generación eléctrica con biomasa, que costará 41 millones de euros y ha mostrado interés por comenzar a "utilizar" las grandes extensiones de bosques que tienen en propiedad para alimentarla.


Ya hemos empezado a quemar el Henrietta y antes de que nos demos cuenta lo encontraremos amarrado a puerto, convertido en un esqueleto de hierro. Y cuando miremos a nuestro alrededor no encontraremos nada que echar a la caldera y quizás entonces nos demos cuenta de lo que hemos hecho.

NOTA: recomiendo leer el artículo "Quémate la biomasa" de Mario Quevedo para tener una idea más clara sobre el tema la quema de la biomasa y de los problemas asociados al uso de la misma como fuente de energía.

4 comentarios:

  1. Hola David. El artículo es muy interesante y se presta al debate...No se si por aquí es más cómodo. Te sigo en Google+ y allí me resulta más fácil

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  2. Tienes mucha razón en que el problema está en no haber planificación a largo plazo, ahora que tanto se habla de "sostenibilidad", por cierto un concepto que muchos de los que lo han incorporado como nuevo a su vocabulario no saben exactamente qué significa.
    Es evidente que la tasa de renovación o el crecimiento vegetal (la productividad media maderera de los montes españoles es de 3 Tm/ha.año, no es ni por asomo suficiente para ser suficiente ni mucho menos persistente. Así que alguien acabará arruinandose en el desarrollo del proceso.
    No obstante, está sirviendo para poner en orden y sacar adelante el gran retraso de manejo selvícola que tenían muchas de las plantaciones arbóreas realizadas en la segunda mitad del siglo pasado.

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  3. Yo creo que el problema es más complejo, en primer lugar hay un problema de raiz, que es el aumento exponencial del consumo energético. Estamos agotando los recursos, que son limitados y cada vez a mayor velocidad. Y eso no se arregla aumentando las fuentes de energía sino reduciendo el consumo, aunque no nos guste no nos quedará otro remedio.

    En cuanto a la biomasa, a mi de mano me da miedo el concepto de ordenación de los bosques. Aquí, al menos en Asturias, no se está hablando por ahora de plantaciones, sino de aprovechar la biomasa existente en los bosques naturales, o sea, podarlos, limpiarlos y ajardinarlos. Cuando la "poda" no sea suficiente para abastecer las térmicas de biomasa se talarán los árboles y cuando se hayan talados se sustituirán por plantaciones. Eso ya está pasando en muchos países de Sudamérica y de Asia, y aquí todo indica que vamos a seguir el mismo camino.

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  4. Muy buenas, David.

    Comparto tu aprensión por el futuro de las masas boscosas asturianas: en realidad, el sotobosque y las podas apenas aporta energía en cantidad para una sociedad industrial, además de que su aprovechamiento es ineficiente económicamente. El objetivo real, después de convertir los bosques en remedos del Parque del Retiro (medida de un espacio natural "limpio" y bien conservado para la inmensa mayoría) son los propios árboles: alta densidad de energía fácil de manipular y convertir en combustible apto para la generación eléctrica.

    De hecho, con las nuevas plantas de biomasa que han sido aprobadas en el reciente concurso en Aragón, vendrán plantaciones de chopos, alisos y eucaliptos para alimentarlas.

    Por otra parte, y sin entrar en la guerra de cifras sobre las reservas, no es tan acuciante el fin de los hidrocarburos, especialmente el carbón pero tampoco del metano y el petróleo (y aún quedan los clatratos). El límite, más que en la fuente, está en el sumidero: la capacidad del planeta de asumir un incremento de CO2, debido fundamentalmente a la combustión de esos hidrocarburos. Aunque las reservas fueran infinitas, la capacidad de seguir emitiendo CO2 sin consecuencias catastróficas no lo es.

    Por cierto, lo de la biomasa desaprovechada me ha recordado inmediatamente al agua dulce, también desaprovechada, que se vierte al mar en el Delta del Ebro. Parece una chorrada (bueno, lo es), pero es muy interesante para entender el modelo de explotación del medio que comparte mucha, muchísima gente.

    Es lo mismo que escucho aquí con el famoso ¿e para qué serve un carballo?

    Y ciertamente, la vía está en la reducción del consumo, y no en buscar fuentes energéticas milagrosas. La buena noticia es que las sociedades, según se desarrollan, disminuyen su intensidad energética. Es lo mismo que con la población: existe un desfase entre natalidad (aún alta) y mortalidad (que desciende rápidamente). Pero es sólo un fenómeno transitorio, y luego nuevamente vuelven a equilibrarse ambas variables y a estabilizarse la población.

    Yo postulo que con la energía ocurre algo muy similar a este conocido fenómeno demográfico. En la primera oleada de civilización, despilfarramos como nuevos ricos, pero según la civilización se afianza entendemos los límites y buscamos la eficiencia y el equilibrio con el entorno.

    Charlando con un catedrático, me dice que en su casa va detrás de su familia apagando las luces. En el pueblo, charlando con un vecino, me cuenta que a él le gusta estar en calzoncillos en invierno, en su casa. Calentada, por cierto, con leña de amieiro (aliso) y carballo. Y como cada vez quedan menos, hay que cortar más pies pequeños para llenar el remolque del tractor. Pero no te preocupes, porque es biomasa, que como todo el mundo sabe es el summun de la ecología y la sostenibilidad.

    La categoría de un chalé se mide por el número de chimeneas. Y esas talas son absolutamente legales, con todos los permisos y bendiciones legales, así que no hacen ningún daño. Además, son sus carballos, a qué te vas a meter tú. O carballo/can/cabalo/muller é meu e fago con el o que me peta. :/

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