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lunes, 17 de marzo de 2014

Los buitres que volaban sobre la mar


Hay sólo dos lugares en el mundo en los que se puede observar una imagen como la anterior, en la que un buitre leonado (Gyps fulvus) sobrevuela la superficie del mar acosado por una Gaviota patiamarilla (Larus michahellis). Uno se encuentra en la isla croata de Cres y el otro en el Monte Candina, en Cantabria, un macizo calizo de 483 metros de altura cuyas laderas y acantilados caen directamente sobre el Mar Cantábrico. En ambos lugares, los buitres han abandonado sus tradicionales riscos en las montañas para ubicar sus nidos en los acantilados marinos.

El miércoles pasado quedé con mis amigos Jesús Menéndez y Germán Ibarra para visitar esta zona única a la que le tenía ganas desde hacía años, pero siempre lo íbamos retrasando por falta de tiempo o porque la meteorología no acompañaba. Esta vez no había excusa, el tiempo era inmejorable y además tenía que hacer un viaje a Bilbao y me pillaba de camino. Y no podía tener unos guías mejores, ya que Germán, junto a su hermano Javi, habían sido de los primeros ornitólogos en visitar y censar la avifauna de este lugar privilegiado.


Aunque hay varias rutas para subir al Candina, puede que la más sencilla sea desde la localidad de Sonabia, desde donde se asciende por las dunas remontantes que parten desde la playa de Valdearenas. Una de las características geológicas de este sistema dunar es la existencia de cuatro estructuras dunares (primaria, secundaria, terciaria y rampante) muy diferentes entre sí, ya que se depositaron por distintos vientos. Pero tal como me comentó Jesús, un estudio reciente ha revelado que desde el punto de vista granulómetrico, las arenas de la duna rampante y las de la playa son de dos momentos geológicos muy diferentes, de ahí su gran singularidad. La estructura  básica de las dunas de la playa (primarias, secundarias y terciarias) son sedimentos del periodo cuaternario mientras que los de la duna rampante tienen una composición que no se corresponde con las citadas del cuaternario sino que son mucho más antiguas, y han sido originadas por transporte en un tiempo geológico en el que las aguas estaban más bajas, en las que la orilla estaba a gran distancia de la actual, desconociéndose el origen de su formación.

Desde la playa se sube por un camino bastante tendido y suave que discurre por la duna rampante y que sido labrado tanto por los montañeros como por las cabras que pastan por la zona.


A medida que íbamos subiendo ya vimos a los primeros buitres volando sobre nosotros. Varias parejas anidan en las paredes calizas que se orientan hacia el este. Sus nidos se pueden ver cómodamente desde el chiringuito playero reformado en observatorio que está cerca del aparcamiento de la playa. Pero nuestro mayor interés era ver a los que habían elegido los acantilados marinos para criar, y para verlos había que seguir subiendo un poco más.


A unos 150 metros para la cima, nos sentamos en el borde del acantilado para admirar las vistas del monte Buciero, en la desembocadura del estuario del Río Asón, que forma parte del Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel.


Desde ese lugar se podían observar dos nidos de buitre pegados a la pared caliza en uno de los cuales un pollo de pocos días era protegido por uno de sus padres. Solo con girar la cabeza teníamos la sensación de viajar en el tiempo y en el espacio, ya que mientras a un lado la imagen era la típica de la alta montaña, hacia el otro se veían bandos de gaviotas patiamarillas peleándose por los descartes de un pesquero mientras eran acosadas por un págalo grande, y un poco más lejos, dos araos comunes flotaban como corchos sumergiéndose cada poco para pescar. Al enfocar los prismáticos hacia el horizonte se veían pasar los alcatraces y a lo lejos, un águila pescadora volaba camino de su nido en el norte de Europa.

A pesar de que el sol ya brillaba desde hacía un par de horas, no hacía demasiado calor y aún no se habían formado las corrientes térmicas que muchas aves aprovechan para coger altura, y la imagen que esperábamos, la de los buitres volando sobre la mar se estaba haciendo de rogar.


No tuvimos que esperar mucho tiempo para que aparecieran los primeros, algunos salían de sus nidos después de pasar la noche en ellos y otros llegaban, probablemente con el buche lleno de comida para alimentar a los pollos. Y tras los buitres, las gaviotas, que ya se encuentran acotando los territorios de cría y no dudan en acosar a cualquiera que se acerque por las proximidades, aunque tenga más de dos metros y medio de envergadura.


Algunos buitres aparecían repentinamente detrás del monte y volaban durante unos instantes sobre la superficie de la mar para girar como grandes aviones comerciales, plegar las alas y sacar los trenes de aterrizaje para entrar directamente a los nidos. Aunque desde la posición en la que estábamos no podíamos ver el lugar exacto donde se ubicaban, siguiendo su trayectoria se interpretaban sin dificultad que estaban en los cortados marinos que caían verticales sobre la mar, a no demasiados metros de la superficie, lo que los hacía únicos.

Esta ubicación de los nidos es la responsable de que todos los años algún pollo de buitre se caiga al agua durante sus primeros vuelos y tenga que ser rescatado por algún pesquero o por las patrullas de salvamento marítimo. Si llegan a tiempo no hay ningún problema, ya que una vez seco y después de pasado el susto es capaz de remontar el vuelo sin problemas.


Ya era la hora de bajar y volviendo sobre nuestros pasos nos dirigimos de nuevo hacia la playa. Los buitres seguían volando sobre nosotros y una pareja de halcón peregrino pasó varias veces a nuestro lado, gritando continuamente. Las vistas desde aquí eran espectaculares; hacia el oeste se apreciaba perfectamente el perfil irregular de este tramo de costa, formado por pequeños acantilados, numerosas calas y pequeños islotes y al fondo el cabo Cebollero, también conocido como la ballena.


Una vez que llegamos a la playa cogimos el coche para ver el monte Candina desde otra perspectiva, esta vez desde la playa de San Julián, al oeste. Desde aquí se puede observar el monte aún más impresionante, divisándose perfectamente los acantilados verticales en donde los cormoranes moñudos (Phalacrocorax aristotelis) y los buitres comparten las repisas para nidificar.

Milano negro volando sobre la playa

Pero el monte Candina no es sólo especial por su colonia de Buitre leonado, que con sus más de 100 parejas nidificantes es la más numerosa de Cantabria. En sus laderas se reproducen otras muchas aves características de los cortados rocosos de media y alta montaña. Y no sólo están presentes, sino que algunas alcanzan en esta zona relativamente pequeña unas densidades inusitadamente altas. Entre estas aves destacan 4 parejas de alimoche (Neophron percnopterus), 4 de Halcón peregrino (Falco peregrinus), que es una de las mayores densidades a nivel mundial,  1 de Águila culebrera (Circaetus gallicus), 1-2 de Águila calzada (Hieraaetus pennatus) y varias parejas de Milano negro (Milvus migrans). Aparte de las rapaces, las dos especies de chovas, la Chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax) y la Chova piquigualda (Pyrrhocorax graculus), también nidifican aquí, siendo para esta última especie el único lugar costero de nidificación en la Península Ibérica y el que está situado a menor altitud. También se pueden observar las dos especies de roqueros, el rojo (Monticola saxatilis) y el solitario (Monticola solitarius) y una gran cantidad de pequeños paseriformes.

En cualquier lugar del mundo, un lugar como este gozaría de la máxima figura de protección, pero sorprendentemente, el Monte Candina sólo está incluido en el L.I.C Río Agüera, lo que no lo protege en absoluto. La zona esta sometida a una gran presión humana, sobre todo turística y en estos momentos a cualquier empresa se le podría ocurrir abrir una cantera en las mismas laderas del monte y no encontraría demasiados impedimentos.

Como comentaba al principio, solo hay otro lugar en el mundo como este, pero mientras en la Isla de Cres, su colonia de buitres marinos goza de la máxima protección y actualmente cuenta con un importante proyecto de conservación y voluntariado, el monte Candina tiene un futuro preocupante e incierto y no parece que las autoridades competentes estén dispuestas a hacer algo para remediarlo.

Jesús y Germán, muchas gracias por la visita y todo lo que aprendí con vosotros ese día.

NOTA: haced click en las fotos si las queréis ver a mayor tamaño.

martes, 9 de abril de 2013

Se abre la veda para la completa destrucción del litoral


En el año 2010, el 50% de las playas españolas y el 70% de las dunas estaban degradadas, asimismo el 60% de los humedales presentes a mediados del siglo XX habían desaparecido. En ese mismo año se destruían en nuestro país 7,7 hectáreas de litoral cada día.

Este desastre medioambiental se producía entonces bajo el amparo de la Ley 22/1988 de 28 de julio, que marcaba una franja de protección de 100 metros en la que no se podía construir, aunque lo cierto era que a pesar de estas restricciones, en muchos municipios se permitía construir al aprobarse planes urbanísticos que directamente eran ilegales, tal como sentenció el Tribunal Supremo en varias ocasiones en el caso de Llanes.

Estas restricciones, a pesar de lo sencillo que podía resultar saltárselas, no gustaban a los constructores, ni por supuesto a los ayuntamientos que obtenían gran parte de sus ingresos a través de las licencias urbanísticas.

Urbanización a medio construir en Barreiros, Lugo

Pero como ya sabemos todos, la burbuja inmobiliaria finalmente explotó, y una gran parte de las promociones inmobiliarias quedaron paralizadas, llenando la costa de viviendas a medio construir y de grúas paradas. En algunas zonas, como en la mariña lucense, el paisaje es aun hoy completamente desolador.

Cuando parecía que de una vez por todas nos habíamos dado cuenta de que la construcción desmesurada era un error garrafal, y que era completamente absurdo seguir construyendo más y más casas en un país en el que el 20% de las viviendas están vacías, el presidente de la patronal bancaria opinaba todo lo contrario. Según el señor Miguel Martín, la solución a la crisis económica pasaba por construir más casas, y en una muestra de cinismo sin precedentes, cuando fue preguntado por los desahucios afirmó que "el crédito hipotecario de los bancos había ayudado a las personas".

La aparentemente absurda medida propuesta por el señor Martín no ha caído en saco roto, ya que al Gobierno le ha parecido una buena idea y para ello ha decidido cambiar la ley de costas para permitir que se pueda construir en aquellas pocas zonas donde no se había edificado. Hoy martes, 9 de abril de 2013, se ha aprobado la revisión de esta ley que reduce la franja de protección del litoral de los 100 metros anteriores a tan sólo 20. Y los antiguos especuladores urbanísticos, que ganaron miles de millones de euros en unos pocos años destrozando nuestro patrimonio natural, ya se están frotando las manos. Y muchos alcaldes y concejales ya están reservando mesa en los mejores restaurantes para firmar convenios con ellos y  repartirse la tajada.

Y al mismo tiempo que se aprueba esta ley, el Ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente afirma sin sonrojarse que "el eje inspirador de esta reforma es preservar los valores ambientales del litoral". Como decía Groucho Marx "el secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio, si puedes simular eso, lo has conseguido".

jueves, 26 de agosto de 2010

Tarros blancos y limícolas en migración

Hace unos días hablaba en este blog de la zona de Rinlo y de la charca artificial que se había formado en la fosa realizada para la construcción de una piscifactoría de rodaballo en las proximidades de las cetáreas abandonadas. Este encharcamiento de agua dulce, al ubicarse a escasos metros de la costa, tiene un gran atractivo para las numerosas aves que llegan agotadas después de cruzar el golfo de Vizcaya durante la migración. Aquí encuentran agua para beber, alimento y un lugar para refugiarse y descansar.

El pasado viernes, a la vuelta de la salida en barco desde Cariño hicimos una parada en Rinlo y nada más llegar vimos el grupo de seis tarros blancos jóvenes (Tadorna tadorna) que llevan un par de semanas en la charca. Los primeros días el grupo era de 7 animales pero uno de ellos parece haber desaparecido.



Hace bastante tiempo que no llueve en condiciones y las altas temperaturas de los últimos días han reducido considerablemente la superficie de la lámina de agua, y en sólo unos días las orillas han quedado completamente secas. La rápida desecación de la charca no parece haber afectado a la presencia de limícolas, que incluso han aumentado en número en los últimos días, sobre todo los correlimos comunes (Calidris alpina)  y chorlitejos grandes (Charadrius hiaticula), pero lo más llamativo fue un grupo de cuatro Andarrios bastardos (Tringa glareola), que eran mucho mas desconfiados que las otras especies y se asustaban y salían volando tan solo con que alguien pasara caminando por la pista a varios metros de ellos.

Andarrios bastardo

Correlimos común

Chorlitejos grandes

La charca de Rinlo es un buen ejemplo de la importancia de los humedales costeros para la avifauna, tanto residente como invernante y migradora. Es increíble como un lugar sin ningún tipo de manejo específico ha conseguido atraer a una gran cantidad de especies de aves en tan sólo un par de años desde su creación. El problema actual es la falta de protección de este lugar que lo hace muy atractivo para los amigos de la escopeta.

lunes, 16 de agosto de 2010

La mariña lucense

Después de varias jornadas de monte apetece escaparse a la costa a ver la mar, aunque agosto no sea el mejor mes si se quiere encontrar algo de tranquilidad. Una de las zonas que siempre me ha gustado y que suelo visitar a menudo es la costa de la mariña lucense, cerca del pueblo de Rinlo (Ribadeo), a escasos kilómetros del límite con Asturies.

Muros próximos a la cetárea

Los acantilados son bajos, en algunas zonas de apenas dos o tres metros sobre la línea de mareas vivas, por lo que no es raro que en días de fuertes temporales las olas los salten y mojen los prados próximos.


Posadero de cormoranes

Los islotes cercanos a la costa sirven de posaderos para numerosas aves, sobre todo cormoranes grandes y moñudos. En una de estas rocas suelen descansar varios de los cormoranes moñudos que anillamos en las vecinas colonias asturianas, lo que nos indica que estas aguas son usadas como zonas de alimentación por ellos, no sólo durante la época de reproducción sino también durante el otoño y el invierno.

Zarapitos trinadores en las rocas de Rinlo

Además de cormoranes, está costa es usada por otras muchas especies como lugar de descanso durante la migración. Muchos limícolas, como los Zarapitos trinadores (Numenius phaeopus), que en estas fechas han comenzado a abandonar sus lugares de reproducción en el norte de Europa suelen detenerse en las planchas de roca del acantilado, siendo sorprendente como pasan casi desapercibidos entre los numerosos balanos que las tapizan.

Piscina natural de una de las cetáreas abandonadas

En 1904 se aprovechó una entrada natural de la mar para construir la primera cetárea de Rinlo, para ello bastó con hacer un muro de contención para retener el agua que entraba en cada marea. Años después y debido al éxito de esta primera cetárea, en la que se mantenían para su venta centollos y langostas, se construyó dos nuevas cetáreas mas, de mayor tamaño que la primera aprovechando otras entradas naturales de la mar, pero en este caso se tuvieron que construir dos muros de contención ya que la mar entraba por dos sitios, y también una gran estructura de vigas y columnas.

Aspecto interior del edificio de la cetárea tras 20 años de abandono

Además de estas piscinas naturales se construyeron varios edificios, uno destinado a oficinas y otro con varias balsas para el mantenimiento del marisco, a las que se bombeaba agua desde la mar. A principios de los años noventa del siglo pasado las tres cetáreas cerraron y las instalaciones construídas fueron abandonadas, dejando como recuerdo los restos de los muros y edificios.

Correlimos comunes descansando durante el paso primaveral en la fosa de Rinlo

Hace unos años, en las proximidades de las cetáreas abandonadas, a escasos metros de la línea de costa, se proyectó la construcción de una piscifactoría de rodaballo que cambiaría completamente el paisaje de la zona. Estas obras fueron paralizadas por el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia después de desestimar la declaración de impacto ambiental realizada por la empresa Acuinor, al estar situada dentro de la red Natura 2000 y en el LIC de As Catedrais. La extensa fosa que se excavó en la zona permanece para estas instalaciones está casi todo el año llena de agua de lluvia, lo que atrae a numerosas especies de aves acuáticas durante los pasos migratorios.

lunes, 27 de abril de 2009

Trigueros y monocultivos

Triguero (Emberiza calandra)

La transformación de los prados en monocultivos ha hecho que la densidad de muchas especies de aves haya descendido alarmantemente. Los prados multiespecíficos de siega y diente para el consumo del ganado han dado paso a monocultivos de Vallico (Lolium rigidum) que tienen un crecimiento mucho más rápido y que permiten varias siegas por temporada.

La pérdida de muchas especies de gramíneas y otras especies pratenses ha reducido la variedad de alimento disponible para muchas especies de aves e insectos. Uno de los paseriformes que ha experimentado un descenso más acusado en la cornisa cantábrica ha sido el Triguero (Emberiza calandra). Esta especie ha llegado a desaparecer de muchos lugares donde antes era abundante por lo que siempre es una alegría encontrarse a uno, como este macho que cantaba en Tapia la semana pasada.