Como ya se preveía, después de las lluvias de las últimas semanas y tras la subida de las temperaturas que han derretido gran parte de la nieve acumulada en las cumbres, los ríos se han vuelto a desbordar. Y como siempre que ocurren estos hechos, los telediarios y los periódicos se han llenado de declaraciones en las que se exige que se limpien los cauces para evitar que estos hechos vuelvan a repetirse. Lo exigen los vecinos, lo exigen los alcaldes, lo exigen los presidentes de las comunidades autónomas, lo exige el líder de la oposición y por contagio lo exige todo el mundo. Estas exigencias han calado tan profundamente en nosotros que en los medios de comunicación afirman sin discusión que los ríos se desbordan porque están sucios.

En una cosa estoy de acuerdo con esas reclamaciones. Los ríos están llenos de mierda, más concretamente de nuestra propia mierda. Toneladas de botellas, latas, compresas, bolsas de basura, electrodomésticos y hasta coches, han convertido nuestros ríos en auténticos vertederos. Por supuesto, sería muy conveniente limpiar toda esa basura y sobre todo evitar tirar más.
Pero cuando se reclama que se limpien los ríos, no se está pidiendo que se limpie esa basura, lo que se exige es que se draguen los ríos, se tale la vegetación de ribera y se elimine la madera muerta de los cauces. Esta idea tan arraigada entre la población lo que nos confirma es el absoluto desconocimiento que tiene la mayoría de la gente de lo que es un río. Un río es un ecosistema complejo y dinámico, no es un canal ni una tubería que transporta agua. Los ríos se desbordan durante las épocas de lluvias y bajan de caudal cuando hay sequía, la madera muerta y los sedimentos arrastrados por la corriente los nutren y les dan vida. Esto siempre ha ocurrido y siempre ocurrirá.
Lo que la mayoría de gestores y políticos entienden por limpiar un río es lo que vemos en la imagen anterior, una imagen tomada por Carlos del Valle
en diciembre de 2013 en el río Narcea, justo cuando las truchas y los salmones se encontraban en plena época de desove.
Estas actuaciones, en las que se suele emplear maquinaria pesada, y que debido a la premura y la presión social tras un episodio de inundaciones, suelen hacerse sin ningún tipo de evaluación ambiental, producen un enorme impacto sobre los ecosistemas fluviales, pero lo más curioso es que además no sirven absolutamente para nada. Los sedimentos se volverán a depositar en las zonas dragadas a la siguiente riada y los restos de vegetación serán arrastrados nuevamente desde los tramos altos cuando vuelva a llover con fuerza. Pero no solo no sirven para nada, sino que a medio y largo plazo resultan contraproducentes ya que conseguirán que la velocidad del agua aumente al pasar por los tramos "limpios" y encauzados, lo que incrementará la erosión del cauce y agravará los efectos de la inundación.
Dominio público hidráulico según el MAGRAMA. La mayoría de las zonas afectadas están dentro de sus límites
Si esa limpieza no sirve para nada, ¿por qué se hace?
Hace unos días, en una entrevista a un político le preguntaban sobre el descenso de capturas de salmones asturianos y sobre el controvertido tema de las repoblaciones. En un momento de la entrevista dijo la frase clave "no podemos quedarnos con los brazos cruzados", dejando claro que algo hay que hacer, independientemente de que funcione o no. Decir que el problema es estructural, que las inundaciones son inevitables y que lo mejor es no hacer nada, salvo evitar en el futuro volver a cometer los errores del pasado, no es políticamente correcto y rápidamente sería usado por la oposición para arremeter contra ellos. Así que "limpiemos", draguemos y desbrocemos, que no se diga que no hacemos nada.
Lo de menos es que las actuaciones sirvan realmente para evitar que el problema se vuelva a repetir, eso no importa. A fin de cuentas, el efecto placebo funciona, y de esa forma, si dragando y desbrozando se consigue apaciguar a la gente y a la población ribereña, que lógicamente está preocupada e indignada al ver como el río arrasa con sus casas y propiedades año tras año, el político ya estará satisfecho y no se le podrá acusar de "quedarse con los brazos cruzados".
Por otra parte, no estaría mal preguntarse por quiénes se beneficia de estas obras faraónicas, de los millones de euros invertidos y tirados en estos dragados y desbroces a lo largo de todas las cuencas fluviales españolas. Una vez que la licitaciones de obra pública se han reducido enormemente tras la época de bonanza económica a principios del siglo XXI, cuando el dinero parecía salirnos por las orejas, estas obras, innecesarias y absurdas, seguramente llenarán de gozo y satisfacción a muchas empresas y quién sabe si a más de un político que las ha adjudicado.
Lo inundable, se inunda
Si observamos por televisión las imágenes de las últimas inundaciones, nos daremos cuenta de que la mayoría de las poblaciones que se han visto afectadas se encontraban en zonas de riesgo declaradas por las respectivas confederaciones hidrográficas como "zonas inundables". En las últimas inundaciones ocurridas en Asturies, la Confederación Hidrográfica del Norte
pidió a los ayuntamientos ribereños que prohibieran construir en zonas inundables. La respuesta de los ayuntamientos implicados no se hizo esperar y a los pocos días
rechazaron esas prohibiciones porque según ellos "
las áreas anegadizas son la «única alternativa» para el desarrollo urbanístico de muchos municipios". En la siguiente riada, ocurrida pocos meses después, esos mismos ayuntamientos acusaban a la CHN de dejadez.
Cuando vuelvan a producirse otras inundaciones, que no dudéis que se producirán, y seguramente cada vez con más frecuencia, habría que preguntarles a estos mismos alcaldes sobre las consecuencias de ese rechazo a la prohibición de edificar en zonas anegadizas. Desgraciadamente las responsabilidades de los cargos públicos no suelen pasar de una dimisión si el caso es extremadamente grave, pero quedan impunes de responsabilidades penales. Y no debería ser así, porque sí se demuestra que una gestión negligente, absurda y con un interés puramente electoralista tiene como consecuencia una catástrofe ambiental, que incluso podría llevarse por delante la vida de muchas personas, esos individuos deberían responder ante la ley como cualquier otra persona.
¿Pero quién limpia los ríos?
Pero vayamos al meollo del asunto, porque lo que es evidente es que los ríos seguirán desbordándose, como han hecho siempre, y la supuesta suciedad en forma de madera muerta y sedimentos se seguirá acumulando en el cauce, también como ha ocurrido siempre. En ese caso, ¿quién la limpiará? Pues la respuesta es muy sencilla, la limpieza la hacen los propios ríos, y las riadas son el mecanismo natural que tienen para limpiarse. Si realmente queremos limpiar los ríos deberíamos eliminar nuestra basura y dejar al río que haga su trabajo, y por supuesto no edificar en zonas inundables, porque como dice su propio nombre, se inundan.
Personalmente siempre me han resultado curiosas estas muestras de soberbia de nuestra especie. Decimos sin sonrojarnos que los bosques se queman porque no los limpiamos y que los ríos se desbordan porque no los dragamos. Da la impresión de que la Naturaleza no podría seguir su curso sin nuestra ayuda cuando lo cierto es que la Naturaleza se ha valido por sí misma durante millones de años antes de que apareciera el primer
Homo sapiens a poner orden.
NOTA: si queréis conocer un poco más acerca de la ecología fluvial, de su estructura y funcionamiento y de este tipo de actuaciones que he comentado, os recomiendo visitar el blog
Cuidando Ríos, del Dr. Alfredo Ollero, profesor de Geografía Física y científico fluvial de la Universidad de Zaragoza.