lunes, 2 de marzo de 2009

200 años de Darwin (II): hay que ser guapo y además demostrarlo


El otro día estaba dando una vuelta por el Parque de Isabel la Católica cuando observé a uno de esos animales que parece increíble que puedan existir en la Naturaleza. Se trataba de un precioso macho de Pato mandarín (Aix galericulata), una anátida originaria de China y que tiene una población asilvestrada en el Reino Unido y es frecuente en parques y estanques. Cuando nos fijamos vemos que tiene un colorido muy llamativo y unas estructuras muy desarrolladas en forma de velas de las que carece la hembra, que por el contrario tiene una coloración apagada y ningún tipo de atributo "innecesario". ¿Qué sentido tiene que un animal con múltiples depredadores se haga aun más visible a ellos, aumentando el riesgo de ser depredado? Esta pregunta ha devanado los sesos de la comunidad científica durante siglos.

Según la teoría de la selección natural, los animales más aptos serían aquellos que tuvieran más probabilidades de sobrevivir y por lo tanto de pasar sus genes a la siguiente generación, por el contrario, aquellos individuos con caracteres menos favorables serían eliminados de la población. Pero ya se sabe que una cosa es sobrevivir y otra muy distinta es procrear, así que tiene que haber una forma por la que un macho pueda decir a una posible pareja que los genes que posee son los mejores y que si tiene hijos con él, ellos también llevarán esos genes tan buenos.


Darwin ya había encontrado una posible respuesta a esta pregunta y la había publicado en 1871 en su libro "El origen del hombre y la selección en relación al sexo", en el que desarrollaba su teoría sobre la selección sexual. Según Darwin, ciertas características de los individuos evolucionaron mediante dos mecanismos: (1) a través de las luchas entre machos por conseguir el apareamiento con las hembras, o (2) por medio de la elección de pareja por parte de las hembras. El primer mecanismo parecía bastante obvio y fue rápidamente aceptado, pero el segundo mecanismo chocaba frontalmente con las ideas victorianas de la época, ya que afirmaba que eran las hembras las que mediante su elección podían condicionar el comportamiento de los machos, y no fue aceptado hasta pasados unos cuantos años.

Las hembras elegirían a aquellos machos que tuvieran unos atributos que los hicieran más atractivos, pero ¿y si esos atributos los hicieran vulnerables a los depredadores?. La existencia de animales con ornamentos superdesarrollados e incluso grotescos parecía contradecir a la teoría de la selección natural, ya que sería más lógico que los animales con coloraciones crípticas y sin atributos que estorbaran fueran más exitosos, ya que podrían evadir a los depredadores, aumentando su supervivencia y pudiendo por tanto pasar sus genes a la siguiente generación. No tendría mucho sentido aparearse con un macho que legara a sus descendientes unas características que aumentaran el riesgo de que se los comieran.

La explicación a esta aparente incongruencia la dio el biólogo israelí Amotz Zahavi en 1975 y la llamó "Principio del handicap". Según Zahavi, en una población en la que los machos varían en su calidad, algunos de ellos tienen un handicap que reduce su supervivencia (por ejemplo las velas del Pato mandarín o su llamativa coloración). Si sólo los machos que tienen unos genes de alta calidad pueden sobrevivir teniendo ese handicap, las hembras que se apareen con ellos se aparearán con machos que tendrán buenos genes. De esta forma, el handicap actúa como un indicador de la calidad genética y tiene que ser costoso para que la señal sea honesta, ya que si no lo fuera los machos de baja calidad podrían engañar a las hembras, ya que estas no serían capaces de distinguir entre "machos buenos" y "machos malos".

El Pato mandarín seguía nadando tranquilamente en el estanque mientras a poca distancia, un Pavo real exhibía su imponente cola de casi dos metros de longitud delante de una hembra. Pero..... ¿si las hembras eligen a los pavos con las colas más llamativas y largas, por pura selección esa cola tendría que ir aumentando generación tras generación hasta que llegara un momento en el que el pobre pavo no podría ni moverse?. Entonces, ¿qué pone freno al crecimiento desproporcionado de esos atributos? Otro día hablaremos de eso, pero lo que parece claro es que en la Naturaleza a cada pregunta que encontramos respuesta nos surgen diez preguntas más. Mientras tanto, y como decía un siniestro personaje de cuyo nombre no quiero acordarme: "Estamos trabajando en ello".

1 comentario:

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